Son tiempos complicados en cuanto al tema profesional se trata. Todos estamos irascibles y eso nos lleva, en ocasiones, a tener comportamientos desproporcionados y faltos de educación.
No obstante, aunque nuestras emociones, en ciertos momentos de la vida, no nos dejan gestionar bien lo que nos ocurre, deberíamos aprender a controlar nuestros ataques de ira y de rabia ante una situación que puede ser vital para nosotros.
Esta semana he vivido un caso de estos, en el que las personas, sin darse cuenta, se presentan tal y como son a la pequeña contrariedad que se les presente, lo que es bueno para el resto, pero malo para ellos.
Una de las funciones que solemos trabajar en mi consultora es la selección de personal. En términos generales, cuando las personas acuden a nosotros es porque están en búsqueda activa de trabajo, y cuando a alguien que no le hemos llamado directamente, contacta con nosotros, vía telefónica o por whatsapp, solemos atenderle, aunque en primera instancia le hayamos rechazado por no cumplir los parámetros solicitados por la empresa.
Pues bien, me he encontrado en estos días un caso como este, el de una persona que me envió un whatsapp para ofrecerse y, tras dos llamadas de teléfono, decidimos concertar una cita con ella, con tal mala pata que, el día anterior a la fecha en que íbamos a entrevistarla, la persona nos avisó de que tenía covid y que no podía venir a la entrevista.
Esta persona montó en cólera, diciendo que le parecía muy poco serio el cambio y que no le llamáramos más.
Nosotros no habíamos contactado con ella, sino que ella se había ofrecido, y al menor inconveniente, que es lógico que ocurra, y más en estos tiempos, nos presentó la cara que realmente nos gustó ver, antes de presentarla en la empresa.
Lógico, a esta persona no se le volverá a llamar y ha perdido cualquier tipo de posibilidad que hubiera tenido en nuestra empresa. No obstante, me gustaría dejar claro que, aunque en muchos momentos de la vida las circunstancias que vivimos nos puedan frustrar, es una pena que las personas podamos llegar a ser tan necias como para obrar de esta manera.
Lógicamente esta persona está en el paro, y con esa actitud es bastante normal que siga así, o rotando por los trabajos, ya que no tiene ni educación ni suficiente inteligencia como para poder gestionar sus emociones.
En esta sociedad en la que vivimos, en la que el rechazo es tomado como una pena de muerte, sería importante que educáramos a las personas para la frustración, ya que serán muchas veces las que tendrán que confrontarse con ella.
Muchas personas padecen de 'ombliguismo' y no son conscientes de que no tienen que ser siempre el centro de atención de los demás, y eso los lleva a sufrir y a hacer sufrir a los demás.
Pero, en última instancia, el aprender a tolerar la frustración hará que la vida sea menos dañina con nosotros, que suframos mucho menos y que hagamos más felices a los que nos rodean.
No siempre las cosas salen como nos gustaría que salieran, y mucho menos son como nosotros queremos que sean.
Si somos capaces de aprender esto, tendremos mucho terreno ganado.