Una nueva agresión en un partido de fútbol de categorías inferiores se saldó este fin de semana con un jugador ingresado grave en un centro hospitalario. Ocurrió el sábado en el partido entre el San Roque y el Mariense en Son Roca cuando un jugador del conjunto palmesano propinó un cabezazo en el pómulo a uno de sus rivales, obligando al árbitro a suspender el partido en el minuto 72.
Episodios de este tipo son recurrentes y, desgraciadamente, a menudo se saldan con consecuencias graves para los agredidos. Los hemos visto hace un año en un choque entre el Independiente y CD Calvià de Preferente o en el enfrentamiento entre el Recreativo La Victoria y el Sineu -también de Preferente- del pasado septiembre que se saldó con cuatro ingresados y un agrio cruce de denuncias entre los equipos.
Hace apenas dos meses, la Federación Balear de Fútbol lanzó una campaña bajo el lema "Quiero volver a disfrutar del fútbol" a fin de concienciar a la sociedad tras el aumento de la violencia en los campos de las islas, acontecimientos que tachaba de "intolerables" y para los que pedía "tolerancia 0 contra los violentos, los que insultan y los que dan un paso más".
Del alcance y la preocupación que este fenómeno genera es muestra, también, la iniciativa parlamentaria del PP balear que hace un mes registró una propuesta para incrementar la presencia policial en los campos, así como el desarrollo de un plan piloto para que -aprovechando que hay cámaras de televisión en muchos campos- las gradas también sean videovigiladas, extendiendo el control fuera de los límites del campo de juego y de las acciones de los futbolistas.
Más allá de iniciativas de este tipo y de las pertinentes llamadas al sentido común, no estaría de más que también se adopten actuaciones de mayor alcance, sin descartar multas de elevada cuantía o sanciones de por vida para los responsables. Este tipo de conductas no pueden tener cabida en el mundo del fútbol. El considerado deporte rey por su gran proyección social tiene que promover aquellos valores que mejoren a nuestra sociedad y no sacar a relucir lo peor de ella. Y las sanciones ejemplares son un camino.