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Sálvense ustedes, no salven a la Navidad

jueves 26 de noviembre de 2020, 08:23h

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Circula un slogan, muy amplificado mediáticamente y difundido por tierra, mar, aire, redes sociales y capa freática, sobre la necesidad imperiosa de Salvar la Navidad. Ignoro qué carpa política ha parido semejante ocurrencia, pero vulgarmente sostengo que la ha cagado.

Este mantra imperativo y publicitario surge cuando algún iluminado anticipa el impacto económico que puede suponer la pandemia, luego el nivel de infectados, en la configuración de esta Navidad del 2020. Si baja el nivel epidemiológico y tenemos controlado al 'maldito bicho', no serán tan necesarias y restrictivas las medidas y podremos salir, reunirnos y, sobre todo, consumir. Es decir, podremos conservar nuestros rituales navideños.

Bien, les sugiero otro slogan mucho más adaptativo: sálvense ustedes y, sobre todo, salven a sus mayores. La Navidad no necesita ser salvada, precisa ser vivida, y en este año de forma especial. Las Navidades no existen; viviremos, Dios mediante, la del 2020. Es decir, nunca ha habido Navidades clónicas, por lo que deberíamos centrarnos y reflexionar en qué clones representaremos en la Navidad de este año.

El guion ha cambiado. En las anteriores, antes de que se alzara el telón, la sobredosis publicitaria y la liturgia consumista ya ha se habían iniciado. La tralla publicitaria ya se había disparado. Todo va a ser austero y homeopático en esta Navidad: la gastronomía, los gastos, los regalos y, por supuesto, las broncas familiares.

¿Qué vínculo vamos a establecer con esta Navidad? Ese es el reto. Probablemente, los navidofóbicos de toda la vida no lo pasaran tan mal. Por otra parte, a los navidofilos nos espera una Navidad agridulce.

Por supuesto, no podemos obviar que habrá muchas personas que están en un proceso de elaboración de sus duelos, y que la Navidad y ciertas fechas de aniversario actúan como como una Termomix, removiéndoles todo. El coctel es emocionalmente muy toxico. No obstante, nunca hay que olvidar que si borrásemos nuestros recuerdos autobiográficos perderíamos gran parte de lo que somos. A fin de cuentas, más importante que el lugar en el cual nos hallamos es el camino que recorrimos para llegar.

Y no hay que olvidar cuántas intimidades congeladas hay en las relaciones familiares, cuántos ajustes de cuentas aplazados, que se escenifican y entonces se arma el Belén. Cuántas familias están atrapadas en el malentendido: algo que ocurrió o se habló fue visto y sentido de diferente modo por dos miembros de la familia, lo que creó un malentendido del que no se volvió a hablar más; dos ideas distintas y encontradas. Cuando se explora el malentendido silencioso nos solemos encontrar no solo con que ambas opiniones y sentimientos son aceptables, sino con que no son tan contrarios ni están tan alejados.

En estos tiempos duros e inhóspitos, me acompaño mentalmente mucho con la famosa perla cognitiva nietzscheana: 'Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo'. He aquí un importante motor de la automotivación para adaptarnos mejor. He ahí la tarea a realizar. El reto de vivir el presente es algo que puede ayudarnos a hacernos más llevadera esta Navidad. No conviene olvidar que los seres humanos también causamos dolor cuando cosificamos y deshumanizamos a los demás. Unos buenos antídotos son la solidaridad, la generosidad, la compasión, el perdón y la espiritualidad, Todos los sabemos practicar.

Sálvense siempre ustedes, no solo esta Navidad. Salvarnos a nosotros a través del autocuidado y del respeto autocompasivo. Como nuestros vínculos dan soporte a nuestras vidas, respetar y cuidar cálidamente a nuestros familiares es nuestro reto y nuestra tarea permanente y a la que estamos comprometidos. Y aquí hay que englobar a los más vulnerables y necesitados.

De eso va la vida en estos tiempos complejos, y esta es la actitud que más nos ayudara a salvarnos y a salvar a las personas en esta Navidad.

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