Más que nunca lo importante era el resultado. El de Valladolid, pero también los de Córdoba y Ponferrada. Todo salió a pedir de boca. Pero la victoria que asegura la permanencia en Segunda no autoriza a sacar pecho a nadie. Ni a Utz Claassen, como principal responsable de lo que no ha acabado en debacle de verdadero milagro, ni a Miguel Angel Nadal, que tuvo al menos la dignidad de estar en el Nuevo Zorrilla, ni a los jugadores, que han realizado una temporada sonrojante, ni, en último término, a Fernando Vázquez quien, con contrato hasta junio del año próximo, tendrá que agradecer su continuidad a Maheta Molango, ni una mala palabra ni una buena acción, y, sobre todo, a Brandon, una vez más el mejor de su equipo y al que el técnico gallego ha mantenido en el ostracismo hasta el cierre del campeonato, un error imperdonable que sólo merece un carta de despido.
El mallorquín, de Santany para más señas, se echó sobre sus espaldas la responsabilidad y a sus compañeros. Su empeño, su buen hacer, sus dos goles y su trabajo, sin desmerecer el sacrificio sin recompensa de Ortuño y la entrega de Damiá, Company y Lago Jr, evitó un desastre que solamente se intuyó debido a un comienzo alocado y a la nueva evidencia de que una zaga con Yuste y Aveldaño de centrales, está condenada a encajar más goles de los deseados.
No aguaremos la fiesta. No es un día para quemar pólvora en fuegos artificiales, pero sí para desahogarse y darse un paseo relajante. Sin embargo, una vez pasado el susto, se impone la obligación de tomas las medidas oportunas para que lo vivido esta temporada no se vuelva a repetir. Perdonemos, la ocasión lo merece, pero no olvidemos. Ah y, en todo caso, !gracias Brandon¡.
