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Sacar raja

Por Francesca Jaume
martes 06 de mayo de 2014, 10:23h

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“Somos engañados por la apariencia de la verdad”.


No lo digo yo, lo dijo Quinto Horacio Flaco

Una de las premisas tácitas de la vida social en la red es que la propia comunidad se autoregula. Igual que una sinergia de efectivo libre mercado -y no lo que nos venden hoy como mercado neoliberal-, se supone que los usuarios vetarán, discriminarán, o criticarán, aquellos contenidos que no son de su agrado.

Lamentablemente, en la práctica no siempre es así. La contratación electrónica sitúa al consumidor en muchas ocasiones en una posición inferior e incómoda debido a que demasiadas plataformas no son suficientemente transparentes a la hora de informar sobre el precio o características finales del producto o servicio comercializado. Para el contratista novel, la tramitación y consumo se llena de sorpresas desagradables. El habituado ya está tristemente resignado. Para muestra tres botones.

Uno de los ejemplos más claros es la compra de un billete de avión. Empiezas con un precio X, y cuando te encuentras en la página de “validar” te encuentras con que el X se ha convertido por arte de magia en X+Y debido a cargos por pago con tarjeta y otras prebendas. Lo acabas cogiendo porque la otra alternativa (salir de Mallorca nadando) no suena del todo simpática. Me resulta muy gracioso cuando el comandante o sobrecargo de un vuelo dice: “Muchas gracias por habernos elegido”… siempre pienso: “¡Y un pimiento! te he escogido a ti porque horario y precio me encajaban, pero no por tu cara bonita”.

Y es que, en demasiadas ocasiones, nos encontramos ante un plato de lentejas. Para ir al concierto de Un Réquiem Alemán de Brahms en la Seu, que organizaron los Rotarios a favor de Projecte Home, se podía adquirir la entrada en Ticketmaster o en algunos establecimientos (quienes también te lo gestionaban a través de Ticketmaster). Fuera cuál fuera la opción, se tenía que pagar un sobrecargo de más de 2 euros por gastos de gestión, resultando un precio final que en absoluto era el que se había anunciado en prensa y en opis. Eso, con perdón de la expresión, ‘cabrea’.

Último ejemplo: La semana pasada estuve unos días en Holanda pernoctando en un  hotel contratado directamente en la red. En el check-in se hizo el apercibimiento de que se tenía que pagar la estancia en aquel momento. Su sitio en la www no avisa de ello. ¿Legal? seguramente ¿Elegante? no demasiado ¿Molesto? totalmente. Aunque… vista la diferencia entre la apariencia de las habitaciones en su web y lo que te encontrabas en realidad, comprendí que hicieran pagar al principio porque más de uno les debe haber huido.

Necesitamos que la información inicial sea clara y veraz para que nos sintamos más confortables en la contratación online. Básicamente, porque las sorpresas con las que nos encontramos nunca son agradables. Las plataformas de contratación han de ser conscientes que el hecho de no ver ninguna faz cuando se está comprando por Internet, sitúa al usuario en una posición bastante defensiva.

Sin embargo, y a pesar del manual de buenas prácticas sobreentendido y de que la legislación civil (al menos la española) prohíbe la publicidad engañosa y las cláusulas abusivas, sigue habiendo quien se aprovecha de una situación de fuerza por posicionamiento en el mercado para sacar raja… del de siempre.

Corolario: Son preferibles las sorpresas que dan los buenos amigos.
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