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Resucitar o volver del más allá (I)

domingo 08 de diciembre de 2024, 05:00h

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La historia de la anciana, a la cual se dio por muerta y que volvió a la vida el jueves en Mallorca, ha despertado la curiosidad y la imaginación de muchas personas. Este puente se está hablando de esta noticia con tintes de humor y de miedo. Dice el viejo refrán que no hay nada seguro en la vida, más que la muerte. A excepción de los cristianos que creemos en la resurrección de Cristo. El volver de la muerte, aunque imposible según nuestro conocimiento de la ciencia, se ha registrado en numerosas ocasiones. Unas veces, porque la persona no había fallecido del todo y su corazón consiguió volver a latir. En 1998, se registró un caso en Son Dureta. Otras, porque sus constantes vitales se apagaron, pero volvieron a latir después de un tiempo, como consecuencia de la denominada catalepsia. Una enfermedad que, desde tiempos pretéritos, ha estado presente en todas las culturas. Es una de las razones que provocaban que se velase al difunto varios días, y que llenó mi imaginación infantil al descubrir al escritor Edgar Allan Poe en el cuento "El entierro prematuro". La catalepsia era tan conocida y temida en el siglo XIX, que se inventaron los ataúdes de seguridad. Tenían en su interior, artilugios que permitían al finado provocar ruidos para avisar de su falso entierro. Por cierto, otros escritores de novelas de terror, le dieron la vuelta al baúl y lo enterraban boca abajo. Por si volvía el difunto y quería salir, que lo hiciese intentando abrirse camino hacia el infierno. En la cultura popular de Mallorca encontramos muchas historias de muertos y resucitados: las denominadas almas en pena: ses ànimes. En toda la geografía encontramos topónimos y actos domésticos relacionados. Desde el toque de difunto que las iglesias hacían sonar para que las almas de los fallecidos encontrasen el camino del más allá, hasta en las casas, cuando algún familiar se iba definitivamente, se solían parar los relojes y se cubrían los espejos. En los días de difuntos se encendían velitas o luces de aceite. Después del entierro, en muchas casas se encalaban fachadas y habitaciones, para alejar al muerto y a su espíritu. Si buscamos historias de muertos vivientes, encontramos un sinfín de textos que relatan los muchos accidentes registrados en campo santo, al caer alguna mujer de avanzada edad en tumbas rotas y medio abiertas. Sus gritos pidiendo auxilio provocaban el pánico de los otros visitantes del cementerio y el auxilio de los pocos trabajadores que se dedicaban a su mantenimiento. Desde Estallencs a Artá se repite la historia del joven que apostó que clavaría un clavo en la puerta del cementerio a medianoche. Llegó la hora y el joven llegó a la puerta, clavó el clavo y al intentar salir corriendo, se encontró con que algo o alguien le estiraba la ropa hacia el interior del cementerio. Tanto miedo pasó que se quedó muerto en la puerta donde su sayo o gabán se había enganchado en las barras de hierro de la entrada. Y ponemos punto y seguido al recuerdo de las almas en pena con el único caso documentado de presencias de ultratumba en una finca de Mallorca, en concreto en la actual finca pública de Planicia. Lo dejó registrado el Marqués de Campofranco, Nicolás de Pueyo y Pueyo, propietario y personaje principal de los hechos. El marqués, propietario de una erudita y famosa biblioteca en su palacio de Palma, contó cómo para descubrir un caso de presencias de almas en la torre, actual de las ànimes, pasó dos noches en su interior. La primera sin nada que contar; la segunda fue noche de terror con muchas manifestaciones de ruidos, puertas que se abren y cierran, muebles que se mueven sin que nadie los empuje, y ruidos de cadenas arrastradas y gritos sobrenaturales que salían de alguna boca fantasma. Esa noche, que hoy sería la de difuntos, pasó de verdad y tuvo varios testigos que así lo relataron ante los jueces de la época. Por cierto, en la finca se creó el único club de mopis que existe en Mallorca, en el cual se rememora la tradición y se cuentan historietas de almas en pena. Cuidado, no se rían, nunca sabemos si algún mopi nos está esperando en el lado más oscuro de nuestra habitación. Continuará

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