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Respeto y dignidad en el Teatre Principal

Por Joan Miquel Perpinyà
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jmperpinyamallorcadiariocom/10/10/25
miércoles 14 de junio de 2023, 07:02h

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Hay gente que disfruta humillando a otras personas. Creen que una forma de enaltecerse y de hacerse grandes es haciendo pequeños a los demás, ya sea exagerando sus defectos o calificándoles de inútiles e incompetentes. Siendo buenos en su profesión u oficio, gozando de prestigio y de reconocimiento, prefieren mostrarse soberbios y altivos con quienes trabajan cerca de ellos, en lugar de ser cercanos, humildes y accesibles.

Así, optan por comportarse de forma que sus colegas y aún más sus subordinados, eviten tenerles cerca antes que verse en la obligación de tratar con ellos, algo que suele ser desagradable, estresante y motivo de desasosiego. No tienen paciencia ni saben reprender con moderación; o aun sabiendo, no les interesa hacerlo porque desprecian a quienes no están a su altura.

No hay forma de aprender de ellos, porque sufrir sus frecuentes ataques de ira, a menudo sobreactuados y en público, no ayuda a corregir defectos, sino a crear un clima de tensión y miedo que propicia nuevos y más graves errores.

Por el contrario, cuando alguien a quien todos consideran una autoridad en su disciplina, con gran experiencia y talento, se muestra exigente pero dispuesto a enseñar a sus dependientes; que trata con respeto y consideración a todos, incluso a los menos importantes y más prescindibles; que es amable y educado, incluso cuando reprende o corrige; entonces se genera un ambiente de trabajo propicio para que cada cual dé lo mejor de sí mismo y esté dispuesto a esforzarse al máximo y a no cometer fallos importantes. Trabajar con alguien así es una bendición y una ocasión valiosísima para aprender y mejorar, en lo profesional y en lo personal.

Cuando algunos miembros del equipo artístico de ‘La Traviata’ me explicaron lo que estaban viviendo en los primeros ensayos en La Misericordia, me quedé helado. Nadie tiene el derecho de insultar, gritar ni vejar a nadie; mucho menos a sus subordinados, que no son ni esclavos ni vasallos que tengan el deber de soportar humillaciones en público, por más que el jefe considere que tiene razones sobradas para comportarse de una forma tan inapropiada, maleducada e irrespetuosa.

Celebro que se haya puesto punto final a una situación inaudita que jamás debió haber tenido lugar, gracias a la actuación firme y decidida del director del Teatre Principal, Josep R. Cerdà, y al resto del equipo directivo y del personal del más importante, emblemático y apreciado espacio escénico de Mallorca.

Conscientes de la gravedad de los acontecimientos y de los perjuicios que aquella situación injusta e intolerable estaban ocasionando en el conjunto de trabajadores de la producción operística ‘La Traviata’ de Verdi, amonestaron primero y apartaron después, cuando constataron que persistía en su comportamiento abusivo e irrespetuoso.

Seguramente, la rescisión del contrato del director de escena Hugo de Ana, no será gratis. Pero creo que eso es lo de menos. Lo más importante es que todos los trabajadores del Teatre Principal, siempre y sin excepción sean tratados con dignidad y consideración. Y que recobren la serenidad y la paz interior que no han tenido durante unas semanas. Quien no entienda esto, tan básico y elemental, por muy famoso que sea, por muchos premios artísticos que atesore, que no piense que puede comportarse como un tirano grosero y maleducado en un teatro público como el Principal.

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