La Unión Soviética se anexionó la media Alemania que ocupó militarmente durante la Segunda Guerra Mundial; el nuevo estado se llamó República Democrática de Alemania (RDA). Fue gobernado hasta su extinción por el Partido Socialista Unificado de Alemania. La RDA tenía una economía planificada e intervenida por el Estado. Para impedir la huida voluntaria de sus ciudadanos hacia occidente, por desacuerdo con su gobierno, la RDA construyó el ignominioso Muro de Berlín. República democrática, en este caso, se convirtió en la antítesis de libertad y progreso.
República Democrática, menudo y diabólico eufemismo para denominar a la parte del país que se quedaba bajo las fauces de una dictadura comunista. Un régimen que en cuatro décadas, no solo les hurtó la libertad, les separó de sus familias y les hundió en la miseria, sino que les disminuyó la esperanza de vida en más de 10 años.
De la misma forma, hasta donde se les entiende, quieren pervertir, desde el gobierno socialcomunista, el vocablo Memoria Democrática. Un burdo y malévolo intento para confundir la historia por medio de la terminología y reescribirla 80 años más tarde.
Un instrumento para aplicar ajustes de cuentas donde había reconciliación. Una herramienta para volver al frentismo donde imperaba el diálogo. Un mecanismo para dividir a la sociedad entre los suyos y los demás.
En esta tarea están un par de granujas que se han atrincherado en el gobierno para gobernar en contra de la media España que no se alinea con los postulados y principios de sus partidos.
Para ello necesitan pasar por encimas de las leyes que han permitido a los españoles ponerse de acuerdo y superar las consecuencias de la época fratricida que enfrentó a los españoles en dos bandos. De las normas que han permitido la convivencia pacífica y progresar a sus hijos, nietos y a sus bisnietos.
Esto es lo que ocupa a un gobierno en continuos pulsos entre facciones para mantenerse en el poder mientras el país lidera el número de parados y la caída de la economía de toda Europa.
Buen finde.