Las crisis suelen ser el caldo de cultivo perfecto para que afloren ciertas formaciones que, a base de utilizar electoralmente la decepción de los votantes, consiguen sus objetivos: crecer y asumir más poder.
Si bien es cierto que PODEMOS es, según determinadas encuestas, la tercera fuerza política de España, lo cierto es que mediáticamente se ha convertido en la primera. Raro es el día que en las tertulias políticas, en la que omniscientes eminencias intelectuales nos ilustran indistintamente sobre cualquier tema, no hay un representante de esa nueva fuerza política.
Algunos han criticado -y lo seguirán haciendo- por atacar a esta nueva fuerza política, acusándome de defender a la casta política al criticar al politólogo, tertuliano, profesor y político Pablo Iglesias: ese señor que desprecia lo material y critica ferozmente el capital pero se embolsaba -o se embolsa- un sueldo por al menos 3 de sus 4 actividades antes mencionadas.
Pues bien, criticar a PODEMOS no es defender al bipartidismo. No debemos caer en esa trampa dialéctica tan facilona: criticar a PODEMOS no es defender al bipartidismo, sino que es solamente criticar a PODEMOS. Sin más.
Tampoco voy a ser yo uno de los que acusa a PODEMOS de ser ETA. Ni por asomo. PODEMOS es un partido absolutamente legal y legítimo. Ahora bien, lo que no puedo dejar de rechazar son ciertos símbolos, ciertas actitudes, que me afectarían enormemente si yo fuera una víctima del terrorismo.
En concreto, esta semana una de las portavoces de PODEMOS ha defendido el fin de la dispersión de los presos etarras, para, además de proteger sus derechos como seres humanos, favorecer al proceso de paz. Ya lamento discrepar, pero me parece que un Estado debe salvaguardar los derechos de la víctimas y no de los verdugos, y si una de las formas de hacerlo es alargando unas horas los viajes de los familiares de los presos, pues adelante. Y no me importa lo más mínimo que otros presidentes lo hicieran en otros momentos.
Por otra parte, los Sres. de PODEMOS ya han desvelado su cálculo sobre la famosa renta universal, que va a ascender a la cifra de 145 mil millones de euros. Les explico los efectos que ha desvelado un reputado economista como Juan Ramón Rallo.
El gasto público de España subiría hasta un 60%-70% del PIB (actualmente es el 45%), pasando nuestro País de elefentiásico a mastodóntico: seríamos uno de los Estados más grandes del mundo, solo superados por las "prósperas" economías comunistas.
¿Quieren más? Por que lo hay, y mucho. Para soportar la Renta Universal, habría que duplicar la presión fiscal. Es decir, para soportar un aumento en el gasto público de un 20% o un 25% más, tendríamos que pagar el doble de impuestos prácticamente.
¿Igualarnos a todos? Seguramente, pero en la miseria. Antes de votar a una u otra formación política, infórmense.