La temporada ha llegado a su fin. Las zonas turísticas de Mallorca, otrora repletas de visitantes, presentan estos días un aspecto desolador con sus hoteles y demás comercios aledaños cerrados a cal y canto hasta el año que viene. Es lo mismo cada año, en cuanto se va el sol y el calor desaparecen los sumiendo a la isla en un triste invierno y mandando al paro a los numerosos trabajadores que emplean hoteles y comercios. Es cierto que Mallorca es una isla de sol y playa pero de poco vale tener una buena temporada alta si el resto del año las zonas turísticas parecen un solar. Hay que reinventarse o morir. La clave es lograr la desestacionalización. Políticos y empresarios llevan años con esa palabra en la boca pero ni unos ni otros han sido capaces, salvo honrosas excepciones, de poner en marcha medidas reales y eficaces destinadas a ofrecer un producto atractivo para los meses de invierno, capaz de captar turistas que mantengan los hoteles abiertos y por ende a toda la oferta complementaria de alrededor.
