El corazón atiende a razones que la cabeza no entiende y no creo que el entrenador del Leganés puede comprender cómo y por qué su equipo acabó goleado, pese a que tampoco hizo mucho para ganar, por no decir nada. Sí, tuvo el balón en su poder durante casi todo el partido, todo, jugando en los cincuenta metros de terreno defendidos por el anfitrión, pero sin crear una sola ocasión de gol. En cambio el Mallorca, sin hacer más que contener y replegarse, transformó sus tres únicas llegadas al área visitante, siempre en la segunda parte y casi de forma casual.
Si yo fuera Maheta Molango no me jugaría el ascenso la próxima temporada de la mano de Fernando Vázquez, pero no dejaría de regar la flor que adorna su maceta, que brilló en Almería y volvió a saludar la llegada de la primavera el presente fin de semana. Quiso el azar que, en un encontronazo fortuito, se lesionara Campabadal y el gallego, que no había convocado más que a un defensa central en una lista de dieciocho jugadores, tuvo que cambiar su idea inicial para bajar a Yuste al centro de la zaga y meter un segundo delantero, Colunga, a la espalda de Ortuño. Una vez más tuvo que ser el ignorado quien levantara un choque que amenazaba con presentar al final el mismo marcador que al principio.
Reconozco que explicar todo eso a alguien que no haya visto la confrontación es un ejercicio de riesgo. Igual hay quien piense que, a la vista del resultado, estoy loco o me he tomado alguna copa de más. Incluso algo peor. Siempre hay almas caritativas. Bueno, no; el caso es que los pitos del público en la primera parte contra el juego desplegado, es un decir, por sus colores, se transformaron en fervientes aplausos por una victoria que, esta vez si, despeja la borrasca y aleja la tormenta del descenso. En todo caso debemos preguntarnos cómo serán el resto de los equipos de Segunda si el conjunto madrileño presume de líder.