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Reflexiones prenavideñas

jueves 08 de diciembre de 2016, 01:00h

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Algunos navido fóbicos ya están muy tocados después del 1 de noviembre, festividad de todos los santos y madre de todos los duelos. Y aumentan su desazón conforme se va acercando la navidad. Una pesadilla para muchos. “ojalá me despertara el día siete de enero”. “ojala pasara de mi este cáliz”. El cerebro anticipa a destajo y nos lo pone, desde la pre-ocupación cada más difícil. No son los días de navidad, en realidad cinco, sino el preámbulo y el epilogo. No existe el espíritu navideño. No hay menú de espíritu navideño. Nadie ni nada debe de imponernos como lo construimos cada uno de nosotros. Claro que el contexto social influye mucho pero nuestro mundo interno lo construimos nosotros. Las opciones las elegimos nosotros. Pero las ausencias duelen, te cosquillean los cojones/ovarios de alma, los que han fallecido, el hijo que no está aquí y ahora con nosotros, el hermano lejano y alejado, la edad que nos okupa y pre-ocupa, la nostalgia con la que nos acompañamos, los padres que enfilan la estación término de su biografía, aquello que no pudo ser, lo que no recordamos y lo que insistentemente nos persigue. Todo se amplifica por mil: lo que somos y lo que no somos y pudiéramos haber sido. La navidades na caja de resonancia de nuestros decibelios emocionales.

Tenemos que gestionar la sobre estimulación interna y externa. Ajuste de cuentas con el pasado tienen que conciliarse con el presente enmarcado en un imperativo social que nos genera mucha hipocresía, impostura y sobreactuación. No hay humano que lo resista. Necesitamos toda una sobredosis de mindfulnes. La solo edad se hace más omnipresente y nos hipoteca más. Uno vuelve a su casa, infantilizándose, con los zapatos de la primera comunión y esto favorece que inmerjan sentimientos egodistonicos con los hermanos y con los padres. Jode el reencuentro y el encontronazo. La navidad es un buen test de stress para nuestra ITV emocional y para inspeccionar nuestras tácticas vitales. Nos permite calibrar como controlamos nuestra atención fallofilica y nuestro control de los esfínteres superiores, aquellos con lo que, a veces contaminamos todo. Que bien estar vivos y reencontrarnos así como podamos si así lo queremos.

La navidad nos convoca a dejar la quejorrea narcisista en stand bye. Es fácil dejarse llevar por la rabia y el resentimiento. Cuánto cuesta y que bien nos va, crecer y progresar. La clave es querer, a nosotros mismos y al prójimo. Es una muy buena oportunidad para reparar conflictos y malentendidos. Somos los vínculos que tenemos y lo que nos queda de tiempo por vivir. La navidad es un buen tiempo para plantearnos como actualizamos el pasado el presente, como nos apegamos y como no podemos dar, aquello de lo que carecemos. Es un buen tiempo para aumentar la calidad de las relaciones interpersonales, la prevención de conflictos, el respeto y el espacio de interacción de crecimiento conjunto. Para practicar el principio de autonomía personal: ayúdate a ti mismo y los demás te ayudaran y el principio de prevención de dependencias: no hagas por los demás aquello que son capaces de hacer por si mismos y el principio de bumerán: todo lo que haces a los demás te lo haces a ti mismo y el principio de limpieza relacional: tenemos la responsabilidad de hacer limpieza de las relaciones ficticias, insanas y que obstaculizan nuestro crecimiento como personas.

Y con respecto a los apegos a los que estamos atrapados: no te preocupes nunca por las personas de tu pasado: hay una razón por la que no están en tú presente y por la que no llegaron a tu futuro.

Feliz Navidad del 2016 (no existen otras)

En derrota transitoria pero nunca en doma.
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