Precisamente por esta razón, Kivet, una red de centros veterinarios, ha insistido en la necesidad de seguir rigurosamente las pautas sanitarias cuando se detecte un contagio en la familia, así como permanecer alerta a los síntomas que puedan indicar que una mascota haya contraído la enfermedad. De ser así, la mejor opción es siempre consultar a los especialistas.
Según ha explicado la directora técnica veterinaria de Kivet, Ana Ramírez, la viruela del mono es "una enfermedad vírica zoonótica, y esto significa que puede transmitirse entre animales y seres humanos". En la actualidad, la enfermedad se encuentra de forma endémica en monos, perros de las praderas, ardillas listadas y arborícolas, rata de Gambia y lirón enano africano. No obstante, la experta ha advertido de que "cualquier mamífero es susceptible de contraer la enfermedad, siendo más vulnerables los conejos, los perros de las praderas y los pequeños roedores, que, además, pueden actuar como reservorio del virus".
PERROS Y GATOS
En cuanto a los perros y gatos domésticos, Ramírez ha puntualizado que “todavía no se ha determinado si la enfermedad se transmite estas mascotas, que son mayoritarias en nuestros hogares". En todo caso, su punto de vista es que es necesario "actuar conforme a las pautas sanitarias para evitar la expansión del virus".
¿Y qué pautas son estas? Kivet indica al respecto que las personas contagiadas deberán evitar el contacto con animales silvestres o roedores, ya que actúan como reservorio. En relación a las mascotas que se hayan mantenido próximas a un paciente afectado por la viruela del mono, la red veterinaria ha recordado que la recomendación del ECDC pasa por efectuar cuarentenas de 21 días, a ser posible en espacios controlados y sin contacto con el exterior.
FLUIDOS CORPORALES
Cabe recordar que, según se ha descrito, el contagio se produce a través del contacto estrecho a partir de fluidos corporales del individuo infectado, esto es, sudor, sangre, saliva u orina, entre otros elementos. También puede culminarse la infección mediante pústulas, heces o animales fallecidos.
Entre los síntomas descritos en los animales se encuentran la fiebre, la anorexia, la letargia y las lesiones cutáneas, que suelen aparecer, inicialmente, en la cabeza para extenderse con posterioridad al resto del cuerpo, con especial incidencia en patas y orejas. Según explica Ana Ramírez, “resulta esencial que, ante cualquier sospecha de la enfermedad en las mascotas, consultemos inmediatamente con un equipo veterinario de confianza”.
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