Realzando la democracia
jueves 19 de junio de 2014, 22:10h
Si Juan Bautista Aznar dijo la mañana del 13 de abril de 1931 que España se había acostado monárquica y se levantaba republicana, tras las elecciones municipales que marcaron el final del reinado de Alfonso XIII, ayer conseguimos acostarnos mucho más convencidos de las bondades de la corona, tras la debacle futbolística de la víspera. El aglutinador del orgullo patrio, bien llamado deporte rey, había mostrado su imprevista debilidad y provocado la desolación entre los millones de aficionados, que el 11 de julio de 2010 exhibieron con orgullo y sin precedentes la enseña nacional. Ningún entrenador pudo tener más fortuna, al ocultar su fracaso tras un acontecimiento que ha eclipsado todos los demás, ni un Jefe de Estado tan mala suerte de llegar al poder con el ánimo de su pueblo en peores condiciones. No cabe duda de que Felipe VI mejoró, en su primer examen como rector de la sociedad civil, los resultados académicos obtenidos en Georgetown. Eran tantos los ojos que le acechaban y el número de auditores dispuestos a encontrarle salvedades, antes de arrancar, que parece milagroso que haya resuelto satisfactoriamente, con destacable unanimidad, el primer envite en su etapa al frente del Reino de España. Su firmeza y serenidad devolvieron al futuro las miradas revisionistas y dieron cuenta de su capacidad para afrontar los retos a los que deberá plantar cara. Siquiera temió reconocer que el aprecio se gana, porque no se puede imponer, ni que la Casa Real y el resto de poderes que configuran nuestra democracia precisan de renovación e impulso para alcanzar a la ciudadanía y recuperar su respeto perdido. Si Vicente del Bosque debió convivir con cuarenta millones de entrenadores que hubieran alineado otro conjunto y un sinfín de amnésicos que derriban mitos con facilidad, aunque sólo aciertan la quiniela los lunes; Felipe de Borbón y Grecia , Rey de España por la gracia de la Constitución, ha comenzado su andadura con firmeza y acierto, a pesar de los muchos agoreros que no confiaban en la madurez democrática de nuestros compatriotas y deseaban evitar que su porte y afabilidad conquistaran a millones de nuevos adeptos, desde la balconada del Palacio Real o el vehículo descubierto con el que extendió la mano a sus paisanos. El relevo generacional ya se ha concretado y empezará a dar sus frutos sin tardanza. Un cronograma que algunos no querrán respetar para que se cuestione, sin verificación, la estabilidad de una fórmula desapasionada de moderación democrática, que ha reportado más beneficio para la cohesión y el consenso que cualquier otra experiencia histórica vivida en nuestro territorio. En cualquier caso, le deseo firmeza en el timón y acierto en las trasluchadas porque no serán pocos los bordos que deberá emplear para llevar al conjunto de los españoles a buen puerto y varios los armadores que querrán hacerse con el barco, aunque sea para estrellarlo contra las rocas. En su habilidad y prudencia confío, porque no dudo un instante de que dará su vida por defender a los suyos, súbditos o republicanos, incluso aquellos que no tardarían en celebrar su caída como consecuencia de que somos un pueblo experto en demoler en un arrebato lo que nos cuesta levantar muchos años.