¿Qué ocurre? ¿Dónde está el problema?

Qué nos pasa a los médicos??? Vocación/Esclavitud? ¿Qué nos ata? ¿Qué nos amordaza?

Quiero compartir un excelente artículo, escrito por el Dr. Alejandro Calvente, presidente del Sindicato Médico de Valencia, que, junto con el secretario general, el Dr. Víctor Pedrera, son los adalides de la defensa de los 17.200 médicos de la comunidad.

'Qué ocurre? ¿Dónde está el problema?'

"Todos somos conscientes del deterioro brutal que ha sufrido el trabajo del médico en las últimas décadas... Solo hace falta sentarse en la cafetería de cualquier hospital o en cualquier centro de salud, con unos compañeros, para ver que en eso coincidimos: esto está hecho un desastre, mucho peor que hace años, y lo peor es que sigue empeorando. Entonces lo que es la capacidad de percibir el problema no la hemos perdido; somos capaces de hacer el diagnóstico.

Podemos ver que todo va mal, que primaria va peor, y nos damos cuenta de la realidad, no vivimos en un mundo paralelo. Muchos de los médicos somos diagnosticados de Burnout, necesitamos ayuda, las caras lo dicen todo. Y un médico quemado es un médico mermado en su esencia, en su capacidad para hacer lo que más le gusta, que es ayudar a sus pacientes.

Por el camino, perdemos incluso aquello por lo que más hemos luchado: nuestra vocación y nuestra capacidad para ayudar. Tenemos claro que nuestra capacidad de diagnóstico no falla. Lo llevamos con la profesión. Deformación profesional quizás.

Si seguimos en esta línea de pensamiento, a continuación tendríamos que plantear un tratamiento a todos los problemas que vemos y que sí somos capaces de diagnosticar en el funcionamiento de la sanidad a nuestro alrededor.

Somos profesionales altamente capacitados, y en esto, en general, tampoco fallamos: somos capaces de proponer medidas correctoras para esos problemas que hemos visto. Y, una vez llegados a este punto, si tenemos un diagnóstico y un tratamiento, ¿qué es lo que falla?

¿Quién tiene que aplicar estos tratamientos?

Nos encontramos con que quienes tienen que aplicar esas medidas son políticos que van y vienen y son profesionales del voto. Los tratamientos que ellos proponen no buscan mejorar la sanidad, sino mejorar su rendimiento electoral.

Ellos hacen sus diagnósticos y aplican sus tratamientos, pero son distintos de los que hacemos los médicos, porque lo que buscan es salir elegidos, conseguir votos, no perder votos a corto plazo. Porque las elecciones son cada cuatro años, o incluso antes, y da igual el color del partido político de que hablemos. Sistemáticamente, su forma de afrontar los problemas está siempre relacionada con conseguir votos.

No van a seguir el tratamiento que les hemos propuesto para solucionar los problemas que hemos diagnosticado los médicos. Una y otra vez nos encontramos con campañas publicitarias electorales, discusiones partidistas que acaban dejando de lado lo que serían las soluciones reales, e incluso se gastan más dinero de ese que nos dicen que no hay, pero la realidad es que no lo hay para lo que pedimos nosotros, porque se lo gastan en lo que ellos quieren hacer, que es conseguir votos.

Y después de que se cronifique esta situación, porque una y otra vez el tratamiento ha sido ineficaz, simplemente porque no se ha aplicado el tratamiento correcto, ¿qué hacemos los médicos? Hemos hecho un diagnóstico, hemos propuesto un tratamiento, no se ha aplicado y se ha cronificado el problema.

¿Y ahora qué?, insistimos. Todo igual. O peor.


Desde la desesperación, vemos cómo esto sigue esta deriva autodestructiva.

¿Qué hacemos? ¿Hundirnos? ¿Someternos? ¿Resignarnos? ¿Huir? Emigrar? ¿Quejarnos amargamente en la cafetería? ¿Buscar culpables? ¿Evadirnos?

¿Por pura impotencia? ¿Indefensión aprendida?

¿Por qué asumimos después de toda una vida de preparación y sacrificio que esto es un callejón sin salida y que no tiene solución?

La frase que más se escucha es: si estuviéramos unidos, esto sería diferente; si fuéramos capaces de reaccionar en bloque, esto no sería así, porque los políticos no tendrían más remedio que hacernos caso.

Esto es un problema de todas las 17 comunidades autónomas y las ciudades de Ceuta y Melilla. ¿Y por qué no nos unimos para defender algo que consideramos tan importante como para entregar nuestra vida?

Porque nos dejamos la vida en jornadas laborales infinitas, en asumir cargas laborales cada día más inasumibles, soportamos agresiones, menosprecios, abusos... ¡Increíble!

Esa es la gran pregunta: ¿por qué no hacemos nada?

La realidad es que, salvo unos pocos, los médicos llegamos aquí y no hacemos nada. Somos un colectivo con características especiales en cuanto a formación, en cuanto a responsabilidad, exigencias infinitas. Somos un colectivo que trabaja en equipo con otros colectivos. Todos y cada uno de ellos se merecen el máximo respeto. Nosotros también.

Como colectivo tenemos características muy específicas. Y, al final, acabamos siendo los últimos responsables. Quizá, la respuesta a la gran pregunta de por qué no hacemos nada, sea porque pensamos que no se puede hacer nada. Y la realidad es otra muy distinta.

Entre no hacer nada y saber que sí que podemos hacer algo, que sí que podemos, que esto es una lucha difícil, de fondo, y que tenemos que asumir que la unión es nuestra única fuerza, hay mucha diferencia. Es la diferencia entre rendirse y luchar. En nuestras manos está hacer algo o rendirnos.

Y hay cosas muy sencillas y que ocupan muy poco tiempo, y muy poco esfuerzo, que tú sí que puedes hacer, que cada uno de nosotros podemos hacer.

Las ideas de todos son las armas que nos dan fuerza para posicionarnos frente a los partidos políticos, a los gobiernos, y defender a todo el colectivo médico, evitando el caos y la deriva catastrófica que nuestra profesión sufre. Es muy importante. Pero aún podemos levantarnos y luchar.

Hace muchos años, el respeto, la admiración, el buen trato, pudiera ser que nos viniera dado con la profesión. Ahora tenemos que luchar por ello, porque el péndulo ha caído al lado contrario”.

¡En derrota transitoria, nunca en doma!

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