www.mallorcadiario.com

Qué dirá de mí la historia

Por Fernando Navarro
viernes 08 de marzo de 2024, 05:00h

Escucha la noticia

Esto preguntaba Pedro Sánchez a un atribulado Maxim Huerta justo en el momento en que éste le presentaba su dimisión y tenía, obviamente, otras preocupaciones en mente. Esto, por cierto, mandaba una primera señal de que nuestro presidente tiene cierto problemilla con la empatía.

En 2018 Steven Levitsky y Daniel Ziblatt explicaron que las democracias empiezan a morir cuando se infringen ciertas reglas no escritas, y señalaron especialmente dos: la tolerancia y la templanza. Con «tolerancia» hacían referencia a que tanto partidos como ciudadanos deben aceptar que -siempre que respeten las reglas de juego- sus rivales tienen igual derecho a existir, competir por el poder y gobernar. Con «templanza», a que no se deben estirar los límites de la legalidad, ni vulnerar la razón de ser de las instituciones. Levitsky y Ziblatt estaban señalando las costuras de la democracia que Donald Trump, con su impecable tosquedad, estaba estirando en ese momento. El mismo en el que Sánchez alcanzaba el poder mediante una moción de censura que el tiempo ha revelado como un gigantesco timo.

Pero Trump era un pardillo al lado de Sánchez. ¿Tolerancia? La estrategia de Sánchez consistió, precisamente, en convertir en apestados a la mitad de los españoles, reflejo exacto de lo que los nacionalistas llevaban años practicando con éxito en sus regiones. ¿Templanza? Sánchez no se limitó a estirar los límites del derecho, sino que lo modificó a la medida de sus necesidades: así desapareció del Código Penal el delito de sedición, y se abarató la malversación. Y luego se dedicó a colonizar minuciosamente todas las instituciones. Les ahorraré una enumeración que excedería los límites de esta columna, pero les recuerdo que dos de sus ministros pasaron, respectivamente, a encabezar la Fiscalía y a engrosar el Tribunal Constitucional.

Bueno, y Koldo pasó de portero de discoteca a consejero de RENFE. Cuando estaba en Ciudadanos solíamos alertar del «capitalismo de amiguetes». Era una traducción de «crony capitalism», que hace referencia a esos ecosistemas económicos contaminados por el poder político en los que el éxito empresarial no viene determinado por la innovación, la eficiencia o las buenas ideas, sino por la cercanía al poder. El caso de las mascarillas expone crudamente la corrupción del amiguismo político y de los comisionistas incrustados en el poder. Cada día desayunamos sorprendentes noticias de una telaraña de corrupción cuyos hilos alcanzan a ministros, presidentes regionales e incluso a la mujer del presidente. También, por cierto, a una dictadura sudamericana, y tal vez podamos finalmente entender aquel escandaloso trasiego de maletas venezolanas por el aeropuerto de Barajas. Cuando Begoña Gómez anunciaba su máster de «dirección de captación de fondos» aseguraba que explicaría cómo «llegar al mercado latinoamericano». Podría haber reducido toda su enseñanza a un consejo: cásate con quien presida el gobierno.

Pero todo lo anterior, la estrategia de polarización, el desmantelamiento de las instituciones y el amiguismo, palidecen ante el acto de corrupción total: la amnistía. La transacción mediante la que Sánchez compra votos a cambio de impunidad. Una traje a medida de los delincuentes

confeccionado según las instrucciones de éstos. ¿Tolerancia? ¿Templanza? ¿Reglas no escritas? Esos son juegos de niños. La amnistía es un torpedo al estado de derecho, a la separación de poderes –es una incursión del ejecutivo en el judicial para rescatar a unos investigados cuyos votos necesita el primero- y a la igualdad de los españoles.

Sánchez ha sometido a la democracia española a una prueba de esfuerzo tan colosal que hoy no sabemos si va a superarla. Sánchez nos ha demostrado que, cuando aventureros sin escrúpulos se hacen con el control de los partidos, pueden llevarlos –y con ellos a sus votantes- a los confines de la democracia, muchísimo más allá del punto al que Trump condujo al Partido Republicano cuando Levitsky y Ziblatt escribieron Cómo mueren las democracias. ¿Qué dirá de Sánchez la historia? Dejo a ustedes los adjetivos.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
1 comentarios