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Qué compleja es la realidad y la mente

jueves 18 de marzo de 2021, 08:02h

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Y que difícil y costoso poderla pensar y más cuando semejantes nuestros ejercen conductas violentas que nos remueven, nos suman en la perplejidad y desbordan nuestra capacidad de racionalización. Por eso la tendemos a simplificar, a verla parcialmente y muchas veces a abdicar a pensar por nosotros mismos. La vida, en ese momento vuelve a sorprendernos y rompe la cotidianidad, sus rutinas y nuestros deseos y miedos. Viva la utopía de la normalidad. A veces, la buena suerte existe y aparece sin comerlo ni beberlo, pero los dados del azar salen muchas veces salen cruz y en manos del destino solo nos queda construir una adecuada y adaptativa actitud.

Muchos actos de violencia nos obligan a recordad un ay otra vez el postulado que no nos gusta reconocer: el primitivismo y la carencia de evolución del ser humano, (olvidamos con frecuencia que descendemos de un mono asesino) y la evidencia que la convivencia colectiva todavía no ha alcanzado un nivel aceptable de armonía. Todos nacemos agresivos y nos volvemos violentos dependiendo de factores socioculturales. No elegimos ni la lotería genética ni el entorno en cual nos criamos y donde realizamos el aprendizaje emocional, donde construimos nuestros primeros vínculos y donde se desarrolla la urdimbre afectiva.

¿Si pudiéramos elegir, alguien elegiría la adversidad? Genoma, ambioma y epigenoma. Temperamento y carácter. La mente es un producto del cerebro y el cerebro es un ser social. Otras cuestiones son el mito ilusorio de nuestra seguridad y de nuestra inmunidad. La complejidad de las conductas humanas en las que subyacen redes neuronales todavía no conocidas. El debate sobre el libre albedrío, es decir sobre la libertad de la voluntad. Una libertad que se hace más limitada y confusa, cuanto más conocimiento tenemos de las motivaciones profundas que condicionan las conductas de los seres humanos. La idea de la voluntad libre estaría amenazada si pudiera demostrarse que una actividad cerebral preparada de forma inconsciente establece una conducta determinada. Pero las neurociencias todavía no pueden dar las respuestas.

Conocemos los circuitos del autocontrol, el papel de algunos mediadores neuroquímicos en la impulsividad y en la violencia y el papel de las neuronas espejo en el establecimiento de la empatía y los vínculos. Nuestro GPS mental ha ido configurando el plano general y luego el potentísimo y rápido cableado neuronal, a modo de zoom, ha ido focalizando al plano detalle, apareciendo vidas y personas concretas, algunas de ellas muy familiares y próximas. Hay personas que saben lo que está bien y lo que está mal, pero igual deciden mal. Muchas decisiones son tomadas desde motivaciones (esfera afectivo-emocional) inconscientes. Pero eso no anula nuestra responsabilidad.

En toda conducta violenta, es clave individualizar y contextualizar. Teniendo en cuenta, como dice el insigne psicoanalista vasco, Dr. José Maria Ayerra, “que todo tipo de violencias: la individual, familiar, social e institucional se encuentran en permanente interacción, y que unas contienen y determinan a las otras, la prevención debe orientarse a humanizar un espacio social justo donde no se excluya a nadie y ahí es clave la pedagogía de la familia, de la escuela, la adecuación de los liderazgos sociales y los servicios de salud mental. Es indignante que rápidamente se etiquete a personas que ejercen la violencia, como “loco y trastornado”. Basta ya de estigmatizar a los enfermos mentales y a sus familias. Los enfermos mentales tienden mucho más a hacerse daño que a hacerlo. Y no olvidemos que todos podemos descompensarnos.

Ya saben en derrota transitoria apero nunca en doma.

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