Puntos inservibles

Hasta el rabo todo es toro y aunque el Girona marcara en el minuto 90 y en su única ocasión del partido, que nadie crea que el Mallorca generó muchas más; si acaso una o dos, gol aparte. Ahí es donde duele porque los locales solamente fueron capaces de ponerse por delante en un remate de Aveldaño, un defensa, sin que su delantero centro, el engañoso Bianchi, llegara a rematar ni un solo balón. Bueno, uno desde lejos, flojo y a las manos del portero.

A ver. Los de Gálvez controlaron el juego y gozaron de la posesión, inútil, mientras el bloque catalán se mantuvo fiel a su dibujo: tres centrales, dos carrileros, tres en el centro y dos arriba. En cuanto Pablo Machín, su técnico, cambió al 4-4-1-1, se acabó lo que se daba. No es que su equipo subiera a las barbas de su anfitrión, pero consiguió una ocupación más equilibrada del territorio sin disparar siquiera una salva.

Dice Unai Emery que, estadísticamente, nunca se gana con la alineación inicial. Algo deben hacer mal los entrenadores. En Son Moix el catalán decidió acumular efectivos en la media punta, pero sin pólvora ya puede haber soldados. Por su parte el amenazado banquillo local movió sus piezas cromo por cromo si acaso, vale, con una mayor intención defensiva, Sissoko por Pereira, que, igual que en Tenerife le salió rana.

El gol del empate visitante se produjo en la penúltima acción del partido, lo cual no exculpa el reiterativo juego bermellón, que comenzó a base de fútbol directo y terminó como el rosario de la aurora. Suma y sigue. Tablas que castigan a ambos contendientes, que no hicieron méritos para enmascarar el cero a cero.