Según la RAE una de las acepciones del verbo prostituir es, dicho de una persona, deshonrar, vender su empleo, autoridad, etc, abusando bajamente de ella por interés o por adulación. El movimiento neofalangista pretende convertirse en pensamiento único. Su máximo exponente en Mallorca es un grupúsculo de radicales que, bajo el paraguas de fundación nacional, da cobertura a un negocio familiar que permite a una única pareja tener una inmerecida relevancia social al tiempo que vivir y mantener a sus crías gracias a la bastarda labor de tensar la tradicional convivencia pacífica de nuestra isla, acusando a todos, excepto a su núcleo familiar, de la primera gilipollez que se les viene a la cabeza. Estos nostálgicos de la "una, grande y libre" tienen la poca vergüenza de erigirse como constitucionalistas. Obviando, precisamente, que sus próceres referentes del régimen fascista eran quienes se oponían, en su día, a la Carta Magna. No contentos con prostituir la Constitución, estos proxenetas de las ideas también ofrecen servicio ampliado y, no en pocas ocasiones, sus orgías ideológicas se revelan auténticos ejercicios de sodomía constitucional teñidos de "libertad". Este es el verdadero mal de la Constitución y acabará por matarla: el permanente abuso al que la someten los neofalangistas constitucionalistas. Si no les paramos los pies, sólo queda esperar a que, cómo sus predecesores, vayan cogiendo confianza hasta llegar a expresar su "libertad" asesinando a quienes no pensamos como ellos y enterrándonos en cunetas o fosas comunes, para que nuestros descendientes tengan que terminar cruzando el océano en busca de Justicia. Dicho esto, puesto que no sabemos los nombres y apellidos de los protagonistas del artículo, quedo pendiente del correo para comprobar quién es el primer iluminado que se ve impelido a presentar una denuncia por sentirse identificado como un neofalangista constitucionalista, vividor de la apología del odio y asesino en potencia.
