En estos últimos días la escalada de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania ha continuado y se torna cada vez peor y más peligrosa.
La ofensiva de las tropas ucranianas continúa en el noreste, en las provincias de Járkiv y Donetsk, si bien el ritmo de reconquista de territorio se ha enlentecido, lo que es muy lógico, ya que no se puede mantener un ritmo sostenido de ofensiva indefinidamente, puesto que se han de consolidar las posiciones recuperadas, estabilizar la situación, garantizar un flujo adecuado de suministros y eliminar o capturar las bolsas de resistencia que puedan persistir.
También continua en el sur, en Zaporiya y, sobre todo en Jersón, donde, a diferencia de en el este, el ejército ucranio está incrementando significativamente el esfuerzo bélico y amenaza la propia capital de provincia, única ciudad importante que las tropas rusas han conseguido capturar en estos seis meses de guerra.
Por si todo ello no constituyera ya todo un desafío a la anexión ilegal de estos territorios por la Federación Rusa y un serio revés para los planes del Kremlin, hace dos días se ha producido un atentado contra el puente que une Crimea con Rusia sobre el estrecho de Kerch, que es una vía fundamental de aprovisionamiento civil y militar a la península ilegalmente anexionada hace ocho años y que Putin ha atribuido a Ucrania, pese a que no ha habido una reivindicación explícita por parte ucraniana.
Como respuesta a este atentado contra el puente de Kerch, Rusia ha lanzado un ataque indiscriminado contra las más importantes ciudades ucranianas, bombardeando con misiles zonas residenciales de Kiev, Zaporiya, Jitomir, Dnipró, Nikolaiev y Lviv, entre otras, provocando numerosos muertos y heridos entre la población civil. En uno de sus habituales ejercicios de cinismo, Putin ha declarado que han bombardeado objetivos militares e infraestructuras estratégicas con misiles de alta precisión. Teniendo en cuenta que la mayoría de los misiles han caído en zonas residenciales sin infraestructuras civiles ni militares, cabe deducir que, o bien los misiles rusos no son de “alta precisión”, o bien el objetivo era causar bajas en la población civil con el objetivo de sembrar el terror.
Al fin y al cabo sembrar la destrucción total y el terror consiguiente es la conducta habitual del poder ruso desde hace siglos y muy en concreto durante la época soviética. En este contexto, se ha nombrado comandante único de todas las tropas rusas en Ucrania al general Sergey Surovikin, conocido de la campaña en la guerra de Siria, donde utilizó la táctica de bombardeo masivo sobre la población civil, destrucción total de ciudades e infraestructuras y donde se ganó el sobrenombre de carnicero de Siria, que comparte con otros generales rusos que participaron en el conflicto sirio, lo que viene a confirmar que se trata del comportamiento habitual de las fuerzas armadas rusas, como ya habían demostrado anteriormente, en Afganistán, en Chechenia y en Georgia.
Putin ha advertido que contestará con aun mayor fiereza a nuevos ataques contra su territorio, en el que se supone que incluye Crimea y las provincias ilegalmente ocupadas. Cinismo absoluto. Anexiono por la fuerza unos territorios y luego digo que si el país legítimo dueño de los mismos intenta recuperarlos, se trata de una agresión en mi contra y ello me avala para responder en “legítima defensa”.
Además, el dictador bielorruso Lukachenko se ha unido a la escalada, denunciando un supuesto plan de Ucrania, Polonia y Lituania para invadir su país y ha puesto en máxima alerta su ejército junto a un contingente indeterminado de tropas rusas estacionadas dentro de sus fronteras, para proteger sus fronteras. No se sabe si este movimiento es el preludio de una entrada activa de Belarús en la guerra para atacar a Ucrania desde el norte y el noreste o, algo aun más peligroso, iniciar una confrontación con Polonia y Lituania que, no olvidemos, son países de la OTAN, lo que implicaría la entrada en guerra automática de la alianza atlántica.
Y lo último, por ahora, ha sido el ataque de hackers rusos a los sistemas informáticos de aeropuertos de Estados Unidos, en una auténtica provocación que ha tenido serias repercusiones durante unas horas en el tráfico aéreo norteamericano.
Los acontecimientos, por tanto, siguen encadenándose en una espiral ascendente en la que la chispa del desastre puede saltar en cualquier momento. Parece claro que los sátrapas ruso y bielorruso están dispuestos a seguir tensando la cuerda, no sabemos si hasta el punto en que se rompa.