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Prosigue el horror

martes 17 de octubre de 2023, 08:08h

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Estoy aun más horrorizado que la semana pasada. A los muertos y secuestrados de la salvajada terrorista cometida por Hamás en el sur de Israel se han añadido los muertos, heridos y desplazados provocados por los bombardeos infames del ejército israelí, ordenados por su gobierno de ultras radicales, valga el pleonasmo, el éxodo obligado de un millón de palestinos de sus casas del norte de Gaza hacia el sur de la franja, donde siguen siendo bombardeados y asesinados y la situación dramática de toda la población, sin suministros básicos y sin acuerdos para abrir corredores de ayuda humanitaria, así como la situación límite de los pocos hospitales que aun no han sido destruidos, carentes de material, medicinas y a punto de quedarse sin electricidad por falta de combustible para hacer funcionar los generadores.

Pero el horror se agrava aun más ante las manifestaciones de algunos de los líderes de los actores de esta contienda. El líder supremo de la República Islámica de Irán, país actor indirecto en la sombra, Alí Jamenei, dijo que besaba las manos de los “héroes” que habían perpetrado el ataque contra Israel y su ministro de asuntos exteriores, en declaraciones en el Líbano, alabó la moral de combate de los palestinos y su disposición a resistir la ofensiva israelí. Ninguno de ellos hizo referencia alguna al sufrimiento de los palestinos de a pie que el acto terrorista ha causado y va a seguir causando; tampoco, mucho menos, ni una palabra, ni la más mínima empatía hacia las víctimas, muchas niños y bebés, israelitas.

Por el otro lado, el ministro de defensa del gobierno de Tel Aviv calificó a los palestinos de Gaza (y supongo que en su fuero interno a todos los palestinos) de animales y dijo que como tales los tratarían, que es lo que están haciendo, y el presidente de Israel, Isaac Herzog, declaró que no se trataba solo de Hamás, que era todo el pueblo (en la traducción de la televisión utilizaron la palabra nación, pero no sé si es la que usó en hebreo, lengua que desconozco) palestino, con lo que hacía corresponsables a todos los habitantes de Gaza, supongo que una justificación implícita de los bombardeos indiscriminados.

Esta falta total y absoluta de empatía y respeto hacia la otra parte por parte de todos ellos es casi más grave que las acciones bélicas, porque indican un intento indisimulado de deshumanización del contrario, lo que justifica su aniquilación. Es lo que hicieron los nazis con los judíos, y no solo con los judíos, al calificarlos de subhumanos (Untermenschen).

No parece que el horror vaya a desaparecer, ni siquiera a disminuir, en el próximo futuro. En el momento de escribir este artículo aun no se ha producido la invasión terrestre masiva de la franja de Gaza por el ejército israelí, pero parece inevitable, teniendo en cuenta la movilización masiva y la acumulación sin precedentes de efectivos militares en la frontera. No soy ducho en estrategias ni tácticas militares, pero no se me ocurre ninguna razón para ello que no sea la invasión.

La entrada de tropas terrestres en Gaza llevará el conflicto a una dimensión imprevisible. La lucha cuerpo a cuerpo por las calles, edificios y, sobre todo, por los túneles y espacios subterráneos, minimiza la superioridad tecnológica y armamentística y las bajas por ambos bandos serán enormes; en ningún caso será un paseo militar de los soldados israelíes, según han opinado casi todos los expertos que he escuchado estos días. Los estadounidenses aprendieron algo de eso en Vietnam.

Así que podemos prepararnos para más horror, más muertos, más odio y más rencor. Y cualquier posible solución más lejos, más improbable.

Una de las cosas más sensatas que he escuchado de diversos analistas estos días es la frase: “Israel no tendrá seguridad mientras los palestinos no tengan esperanza”. Y tal parece que el actual gobierno de Israel y los sionistas radicales que le apoyan no solo no están dispuestos a permitir que los palestinos tengan esperanza, sino al contrario, conducirlos a la desesperación. Pero no deberían olvidar que los desesperados están dispuestos a jugarse lo único que les queda, la vida, para llevarse por delante al opresor.

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