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Propaganda y adoctrinamiento (y II)

martes 12 de septiembre de 2023, 05:00h

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Con motivo del inicio del curso escolar en Rusia el uno de septiembre pudimos observar en los noticieros a Vladímir Putin, presidente de la Federación Rusa, dirigiéndose a un grupo de alumnos en un aula improvisada con paneles de localización desconocida, intoxicándolos con soflamas patrióticas y justificaciones falsas sobre la anexión de Crimea y la invasión de Ucrania. También supimos que, desde este mismo curso, los libros de todos los colegios de Rusia incluirán la península de Crimea y los territorios del este de Ucrania como parte integral de la federación, su invasión y anexión justificadas como una reintegración de territorios históricamente rusos y la invasión defendida como necesaria contra un gobierno ucraniano calificado de nazi.

Es muy significativo el hecho de que la pantomima se llevara a término en un escenario montado para la ocasión, de localización desconocida, lo que indica el nivel de paranoia de Putin por su seguridad personal, acentuada hasta el paroxismo tras el extraño episodio de rebelión de Prigozhin y sus mercenarios de Vágner, que tuvo un primer final esperpéntico con la reculada de las tropas de fortuna y el exilio en Belarús y un segundo y definitivo, acorde con la tradición rusa, con la muerte del propietario del ejército privado y su plana mayor en un “accidente” en el que su avión se desplomó a tierra en pleno vuelo. Un extraño accidente, uno más de los muchos que vienen sucediéndose desde que Putin está en el poder y que afectan a individuos, la mayoría oligarcas, que habían sido afines al autócrata, como el propio Prigozhin, pero que habían perdido su favor por diversas razones, casi siempre ligadas a desacuerdos con la invasión de Ucrania.

Este episodio ilustra el nivel de tergiversación y falseamiento de la historia con el que el régimen ruso pretende inculcar en los niños rusos y los de las zonas ucranianas anexionadas ideas falaces que queden impresas en el subconsciente y, de este modo, conseguir un estado de opinión colectivo favorable a la idea del expansionismo ruso paneslavo oriental y de Occidente como el enemigo que pretende la aniquilación de Rusia o, cuando menos, su humillación y la desaparición de los valores tradicionales rusos.

Es un caso flagrante de utilización de la educación por parte de un sistema autoritario para adoctrinar a su población desde la infancia, pero, por desgracia, tales comportamientos no son tampoco ajenos a los países democráticos. Aunque parezca paradójico, en sistemas de democracia representativa con separación de poderes y, por tanto, contrapesos para evitar precisamente las imposiciones autoritarias, se pueden producir situaciones en las que un grupo de poder puede conseguir por vías legales el derecho a difundir ideas o doctrinas falsarias, amparándose en una apelación capciosa a una interpretación retorcida del concepto de libertad, si logran que sea comprada por tribunales de composición sesgada o excesivamente inclinada hacia sus tesis.

Eso está ocurriendo en la actualidad en países europeos como Polonia o Hungría, pero el ejemplo quizás más palmario es el de algunos estados de Estado Unidos, en los que amparándose en la libertad de enseñanza algunos grupos ultrarreligiosos, ligados en general al partido republicano, han conseguido que los tribunales superiores de esos estados, habitualmente de talante conservador, dicten sentencias en favor de la enseñanza en las escuelas del creacionismo, que pretende que los mitos de la creación presentes en el Antiguo Testamento son verdad revelada, en igualdad de condiciones con las teorías científicas aceptadas de formación y evolución astronómica, geológica y biológica del universo, el sistema solar y el planeta Tierra; ahora bien, no permiten, en cambio, la enseñanza de los mitos creacionales de los indígenas americanos.

Los ciudadanos deberíamos prestar mucha más atención de la que prestamos a los contenidos de la enseñanza que reciben nuestros hijos y nietos, involucrarnos de manera decidida en colaborar con los centros educativos en el establecimiento de los currículos educativos, en el modelo educativo de los centros y en el contenido de los libros y materiales docentes utilizados y, sobre todo, en evitar la propaganda artera y los intentos, individuales o colectivos, de adoctrinamiento sesgado de los jóvenes.

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