Primero vinieron a buscar a los comunistas

Y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada. Martín Niemöller.

Esta emocionante cita de 1945 tras el holocausto tiene una vigencia en mi Ciudad, Palma, que no esperaba fuese posible. En estos momentos dos Abogados están enfrentados al Estado reclamando garantías jurídicas en los procesos penales. Siempre respetando la presunción de inocencia.

Pero no nos quedemos en la anécdota de la casuística, que no es tan anecdotario pues hay gente en prisión, vamos a la trascendencia del asunto que no es un tema baladí.

Lo que se está reclamando son garantías jurídicas propias de un estado democrático; que no se prejuzgue, que no haya presos cautelarmente sin causa, que se respete al investigado y no se le insulte, que no se coaccione en las declaraciones, que no se establezca la conclusión de un sumario y después se “rellene” la instrucción. Que los hombres seamos ciudadanos libres y no sintamos temor de la Justicia. Todo ello desde el respeto a la presunción de inocencia.

En unos días se conmemorará la aprobación de la Constitución de 1978; ese texto que consagra derechos que no se tenían desde cincuenta años antes es lo que ha convertido a este país en un lugar democrático. No juzgo la actitud del Juez ni del Fiscal así como tampoco la de los Abogados que los acusan, lo cierto es que si fuese cierto lo denunciado y publicado estos días en un periódico local las palabras de Niemöller volverían a tener vigencia y eso sería muy triste. Sería un escándalo que un juez y un fiscal adoctrinen a testigos, que les coaccionen para cometer perjurio, que insulten a los ciudadanos sometidos a su investigación, que pierdan la objetividad e independencia precisa. Espero que mis dos Compañeros se hayan equivocado porque de no ser así el panorama es desolador.

La Constitución nos somete a todos por igual a la Ley, cumplámosla, que no haya atajos y menos en el mundo del derecho penal (como fue el caso de los GAL), que se negocie desde la igualdad y respeto al investigado (y no en una sórdida biblioteca en un sótano impropia de este siglo) como ciudadano que es con igualdad de derechos de quien le acusa y de quien le va a juzgar.

No saquemos conclusiones sin premisas y respetemos los principios del derecho, especialmente el de presunción de inocencia tan citado en este artículo, como recoge el código de Justiniano, dura lex sed lex. Que pasen un buen día.

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