La Encuesta Financiera de las Familias, publicada por el Banco de España cada tres años, acaba de arrojar información financiera relevante sobre el comportamiento económico de familias y hogares españoles.
Centrándonos en la deuda, el informe constata que, cada vez nos endeudamos más y, por lo visto, peor. Afirma que desde finales de 2014 aumenta notablemente el porcentaje de familias con préstamos personales, al pasar del 17,5% al 22,6% para el conjunto de hogares.
Los principales motivos por los cuales se contraen las deudas diferentes a las destinadas a la vivienda son, por orden de importancia, la compra de vehículos y otros bienes duraderos, la realización de reformas en el hogar, la cancelación de deudas y la financiación de la actividad empresarial.
Detengámonos en los motivos. Pedimos préstamos para comprar coches, lavavajillas, lavadoras o televisiones de plasma. O para realizar reformas de nuestra vivienda. Todo lo anterior es lo que se considera deuda mala porque se destina a placeres momentáneos y efímeros que no generan ganancias tangibles aunque puede que sí espirituales. Pero aquí hablamos de dinero. Además, esa deuda requiere de horas de nuestro trabajo para devolverla. Es la que nunca o casi nunca se debe solicitar. Ya sea en forma de préstamo personal o pago con tarjeta de crédito. Si hay que fregar un tiempo a mano, conviene esperar hasta poder comprar el lavavajillas. La deuda mala proviene de la impaciencia y del quererlo todo ahora. Y del querer aparentar lo que no se es.
El importe que se iba a parar al lavavajillas o al coche debería destinarse a la adquisición de activos que generen un flujo de entradas de dinero en casa. Por pequeño que sea. Muchos flujos pequeños conforman uno grande. La generación de ingresos que no provengan del trabajo sino de los activos en los que se haya invertido, pagarán en un futuro el coche o el lavavajillas. Recuerden que éstos trabajan las 24 horas del día.
Las deudas que hay que adquirir son las que pagan otros, no usted. Las deudas que se destinan a comprar un activo que genera flujos de caja o a un proyecto empresarial cuyos cobros por parte de los clientes cubren, de sobra, el pago de la deuda.
La deuda que se destina a la compra de un aparcamiento o una vivienda para alquilar, es buena. La que se dedica para la vivienda o aparcamiento propios, es mala. Y si es mediante una hipoteca a 30 años es esclavitud. Son muchos años de nuestro trabajo destinados al banco.
La mentalidad de vivir sin deudas porque son malas es común entre la gente mayor sin cultura financiera y, sin embargo, es una creencia errónea. Los ricos tienen deudas buenas y aprovechan las bondades del apalancamiento. Saben aprovechar la deuda en beneficio propio y, encima, no la pagan ellos sino otros.
En resumen, según el Banco de España cada vez nos endeudamos más y peor. La impaciencia es una mala compañera de baile. Mejor invertir en activos que gastar en pasivos. Mejor poner las semillas para generar flujos y que éstos paguen, en unos años, el lujo y los caprichos. Solo hay que estar dispuesto a esperar y a entender cómo se mueve el dinero. Y sobre todo, a saber aguantarse cuando pase por delante alardeando un amigo con el último grito del mercado en moto o coche. Nada fácil. Menos cuando eres joven.