La presidenta del Govern, Francina Armengol, y la consellera de Salut, Patricia Gómez, se han reunido por videoconferencia con el comité de expertos que asesoran al Ejecutivo autonómico en materia de control y prevención de la pandemia del Covid-19.
De este comité forman parte el director general del Servei de Salut, Juli Fuster; el biólogo Sebastià Crespí; el investigador de Atención Primaria Joan Llobera; los epidemiólogos Ildefonso Hernández y Maties Torrent, quien representa a la comunidad médica y científica balear en el grupo técnico que presta asistencia informativa y operativa al Gobierno que preside Pedro Sánchez; la pediatra Marga Cañellas; el experto en enfermedades infecciosas Javier Arranz, a su vez portavoz del comité de seguimiento del Covid-19 en las islas; la directora asistencial del Ibsalut, Eugènia Carandell; y el director de la Fundación Impulsa, el economista Toni Riera.
Todos ellos coinciden, y así se lo trasladaron a la presidenta Armengol, en que la reapertura de puertos y aeropuerto debe ser una de las últimas medidas a aplicar en el desconfinamiento de la Comunidad Autónoma.
CONTENCIÓN DE LA PANDEMIA
La razón que argumentan los expertos tiene que ver con la necesidad de mantener la contención de los contagios, dado que no existen todavía, a día de hoy, previsiones concluyentes sobre cuál sería el efecto de una hipotética apertura de las instalaciones aeroportuarias y portuarias sobre la curva de diagnósticos del Covid-19.
En la actualidad, y así viene siendo, prácticamente, desde que se inició la crisis sanitaria, Baleares presenta una de las tasas más bajas del Estado en cuanto a incidencia de la pandemia. Sin embargo, los expertos dudan de que las islas pudieran mantener esta desescalada en el número de casos si la reanudación de la actividad en las terminales aeronáuticas de Palma, Menorca e Ibiza, y en los diversos recintos portuarios del archipiélago, se llevara a cabo con una celeridad excesiva.
EXPECTATIVAS ECONÓMICAS Y TURÍSTICAS
La posición de los expertos que asisten al Govern va claramente en detrimento de las expectativas de recuperación de la economía balear en todos y cada uno de los sectores de actividad, y de manera preponderante en su principal industria, la turística.
Sin la recuperación de la conectividad aérea y portuaria, el sector no puede realizar previsiones concretas acerca de las perspectivas que pueda deparar la temporada de verano que se halla ya en ciernes. De hecho, si la apertura del tráfico aéreo y marítimo se retrasa más allá del inicio oficial de la época estival, cobrarían fuerza los cálculos más pesimistas, que apuntan a la paralización absoluta de la oferta vacacional de Baleares más allá incluso de julio y agosto, y que incidiría en un crack económico y productivo sin precedentes.
Por otro lado, incluso después de que los aeropuertos puedan, por fin, recuperar su normalidad, esta será relativa. Tal como preconizan los principales estudiosos del sector turístico, tanto Baleares como el resto de destinos punteros del Mediterráneo y de otros puntos geográficos precisarán que también los principales destinos emisores retomen el pulso de su actividad económica.
Y ello, en cuanto a los aspectos que atañen específicamente a la industria turística, implica, por una parte, reflotar la oferta de conectividad para que los ciudadanos puedan volver a viajar y a hacer turismo con relativa disponibilidad, y, por otro lado, estimular la capacidad de renta y consumo que proporcione los recursos necesarios para sufragar los costes de practicar turismo.
AEROPUERTOS CON MÚLTIPLES MEDIDAS DE SEGURIDAD
Existe, además, un último aspecto igualmente relevante: las rigurosas medidas de seguridad y vigilancia que deberán aplicarse en puertos y aeropuertos una vez que reemprendan su actividad normal. La propia consellera de Salut, Patricia Gómez, ha reconocido, durante la comparecencia informativa posterior a la reunión con los expertos, que la reapertura de las terminales ha de llevarse a cabo de manera “progresiva y escalonada”, de forma que se ofrezcan las “máximas garantías de seguridad”, tanto a los viajeros como a los trabajadores y a todas las personas que coinciden en estos recintos.
Ahora bien, ¿qué actuaciones deberían acometerse para garantizar completamente el objetivo de seguridad invocado por la consellera? Ya en las semanas previas a las medidas excepcionales del estado de alarma y la paralización de las actividades económicas, tanto el aeropuerto de Palma como el resto de terminales acogieron algunas de estas operaciones preventivas.
Sin embargo, en esos momentos, la amenaza de la pandemia aún no había adquirido la dimensión que cobró pocas fechas después. En este sentido, los controles preventivos tras la reapertura serán, casi con toda probabilidad, mucho más drásticos. Esta es otra de las circunstancias que la industria turística y cada uno de los sectores productivos que la integran contemplan con preocupación, porque, sin duda, en la época posterior al coronavirus, viajar se convertirá en una actividad especialmente engorrosa a causa de la necesidad de cumplir con todos los protocolos de vigilancia epidemiológica que establezcan las administraciones.
A efectos del usuario o consumidor final, estos controles supondrán, previsiblemente, tener que presentarse en los recintos aeroportuarios con un margen de tiempo muy superior al que se aconsejaba antes de que la emergencia sanitaria del coronavirus hiciera su aparición. La cumplimentación de los cuantiosos trámites administrativos y el sometimiento a los dispositivos de seguridad que fijen los responsables políticos y sanitarios, harán perder competitividad y atractivo a la experiencia de viajar, y este es un horizonte que siembra de inquietud a las empresas turísticas en tanto que puede incidir todavía más en un declive de la demanda.