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Pretensión de moderación

martes 08 de agosto de 2023, 05:00h

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Está claro que no vamos a poder disfrutar, o padecer, de los placeres, o sinsabores, habituales de los veranos. A estas alturas del mes de agosto deberíamos estar comentando la ola de calor, la insoportable invasión de las hordas turísticas, los problemas provocados por la sequía, la saturación de nuestras insuficientes infraestructuras; o haciendo preparativos para ese viaje que llevábamos tiempo planeando; o poniéndonos al día en lecturas atrasadas; o simplemente dejarnos llevar por la molicie y el “dolce far niente”, pero no, no podemos deshacernos del ambiente enrarecido creado por los resultados de las últimas elecciones, las dos, pero sobre todo las últimas, las elecciones generales del 23 de julio.

Y no podemos porque los medios de comunicación no cesan de machacarnos con noticias, rumores, opiniones, entrevistas, suposiciones y predicciones sobre las posibilidades de éste o aquél de formar gobierno, o sobre posibles o imposibles acuerdos para la elección de presidente, o presidenta, y la composición de la Mesa del Congreso.

Así que en vez de comentar los cambios que todos estamos observando en nuestro entorno, algunos sutiles, otros dramáticos, los noticieros de televisión y radio y la prensa escrita se dedican en gran medida al monotema. Si añadimos la situación prebélica en el Sahel, las inacabables guerras étnicas en Etiopía, la inestabilidad en el África central, el insoportable goteo de muertes de migrantes en el Mediterráneo y el conocimiento de la situación infrahumana a que son sometidos los subsaharianos en los países norteafricanos, en particular en Túnez y Libia, que hacen que prefieran jugarse la vida en el mar antes que seguir padeciéndola y, por supuesto, la agresión de Rusia a Ucrania, que se ha convertido en una guerra de desgaste, el panorama de nuestro entorno geográfico es de todo menos alentador. Y eso sin ampliar el enfoque al resto del planeta.

Pero la ofensiva de la derecha, política y mediática, para conseguir instaurar un gobierno presidido por Núñez Feijoo no cesa. Aunque saben que tienen muy pocas posibilidades, se trata de enrarecer el ambiente para imposibilitar un gobierno de coalición PSOE-Sumar con apoyos externos de los partidos de las naciones periféricas, con el objetivo de forzar una repetición electoral. Hemos escuchado estos días opiniones de expertos muy cualificados en derecho constitucional, que han puesto de manifiesto que una repetición de elecciones, que sería la tercera en ocho años, tendría un efecto devastador sobre la credibilidad de nuestro actual sistema democrático, ya que implicaría que nuestros políticos son incapaces de interpretar la voluntad de los ciudadanos expresada mediante el voto y se debería empezar a pensar en una reforma del sistema electoral. El peligro es que los partidos mayoritarios sucumban a la tentación de cambiar la ley electoral para hacerla aun más favorable al bipartidismo de lo que ya lo es la actual, lo que en absoluto mejoraría la calidad democrática del sistema.

El movimiento más reciente es la petición de Núñez Feijoo para que se le permita formar gobierno con un amplio apoyo constitucionalista y el anuncio casi simultáneo de Vox comprometiendo su apoyo a su investidura sin contrapartidas, en lo que parece una acción perfectamente coordinada entre ambos partidos. Se supone que de esta manera podría conseguir el apoyo de Coalición Canaria y del PNV, que le bastarían para conseguir formar gobierno, aunque saben que las posibilidades son mínimas, sobre todo por parte de los nacionalistas vascos. Probablemente por ello, Núñez ha añadido en su discurso que el país necesita un gobierno de un solo partido y no de veinticuatro, desacreditando, ilegitimando, el posible gobierno de coalición PSOE-Sumar.

Es el mismo juego desde el día siguiente a las elecciones, clamar por un gobierno propio, sin Vox, y deslegitimar cualquier coalición de izquierdas. Pero lo cierto es que los pactos autonómicos y municipales han demostrado que el PP, tanto en gobiernos de coalición, como en gobiernos en solitario con apoyo externo de Vox, ha asumido gran parte de los postulados y exigencias del partido de extrema derecha, por tanto no es creíble que Vox no fuera a tener ninguna influencia, ni una futura presencia, en un gabinete presidido por Núñez.

Item más, voces muy calificadas del PP, Esperanza Aguirre por ejemplo, pero también otros, vienen en las últimas semanas manifestando que deben ir juntos PP y Vox, al que blanquean definitivamente, del que dicen que es un partido constitucionalista y consideran que no debe haber reticencias para formar gobierno con él. Y ahí radica el verdadero quid de la cuestión: el PP en los últimos años ya ha ido experimentando un proceso de “voxización”, derechizándose y aproximándose cada vez más a la extrema derecha, al menos por una parte muy importante de su núcleo duro de históricos y del partido de Madrid.

Por tanto, el ofrecimiento de Núñez de un gobierno de derechas moderado es pura pretensión.

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