Los neologismos del lenguaje políticamente correcto, normalmente importados del inglés norteamericano, se imponen en la aldea global. Uno de ellos es esta gilipollez denominada posverdad (del inglés post-truth), que, según he leído en la red, se define como ‘mentira emotiva’, a la postre algo tan antiguo como aquello a lo que se refiere la locución italiana si non è vero è ben trovato, o incluso como la mentira piadosa de toda la vida, aunque aplicado, sobre todo, a la política. Simplificando, que la posverdad es mentira.
Ya Platón nos alertó de que la verdad es solo una, aunque nosotros tengamos acceso únicamente a sus difuminadas sombras, proyectadas sobre las paredes de la caverna mental en la que habitamos. Y de cavernas, cuevas y grutas submarinas va hoy mi reflexión.
Me sorprendió y alegró que Xisco Gràcia, el intrépido espeleólogo mallorquín que padeció una aterradora situación en una de sus complicadas inmersiones, apareciera con vida y fuese rescatado en perfectas condiciones tras más de dos días de incertidumbre.
En este caso, el factor individual fue determinante, como han reconocido sus rescatadores. Hombres así hay muy pocos, hay que tener los nervios de acero y un temple muy especial para resistir la desesperación que a buen seguro se apoderó de él a medida que transcurrían las horas. Mejor no quiero ni pensarlo, qué angustia.
La noticia saltó a las redes y pronto aparecieron mensajes de personajes relevantes de nuestra sociedad loando al rescatado y su actividad y, sobre todo, a sus amigos y colaboradores, que ciertamente resultaron esenciales para el buen fin de la operación.
Sin embargo, algo me olía a chamusquina. Qué raro que en un despliegue como el que se describe no haya aparecido la Guardia Civil, me dije. Debo indicar que por motivos personales, que excuso contarles, tuve la oportunidad, hace unos años, de comprobar la pericia técnica, la profesionalidad, el espíritu de sacrificio y la humanidad de los integrantes del Grupo de Montaña de la benemérita, verdaderos ángeles guardianes de nuestras sierras y de sus muchos excursionistas.
Las primeras noticias de este notable acontecimiento, supuestamente emanadas del entorno del Govern, parecían describir un rescate ejecutado por buceadores amigos de Xisco Gràcia, del Grup Nord de Mallorca, esencialmente por su compañero Bernat Clamor, que fue quien finalmente lo halló y al que no pretendo restar méritos, que son muchos. Eso sí, ni una sola mención a la participación de la Guardia Civil.
La verdad era, sin embargo, que el dispositivo de medios, en el que cierto es también que colaboraron diversas entidades privadas y públicas, incluyó efectivos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) y del GREIM, con un protagonismo bien destacado, como no podía ser de otra manera.
No obstante, resulta evidente que hay una parte de la sociedad mallorquina para la que este hecho resulta embarazoso, porque altera su fantasiosa posverdad política, en virtud de la cual el Ejército y, por ende, la Guardia Civil encarnan a las fuerzas de ocupación y represión de una imaginaria metrópoli, de manera que jamás reconocerán mérito alguno a sus efectivos, tal y como hizo una parte sustancial del abertzalismo vasco con ocasión de las terribles inundaciones de Vizcaya de agosto de 1983, pues su mentira emotiva no podía sostenerse si se conocía la realidad de que fue el ejército español, con 13.000 hombres, el que llevó entonces el peso de las labores de auxilio a la población.