Por una familia real ordenada
miércoles 18 de junio de 2014, 18:20h
Felipe VI y el poder arbitral que hoy estrena tiene ante sí una tarea ingente para conseguir la cohesión institucional que ahora zozobra por el proceso soberanista catalán y por la nueva dinámica electoral de erosión del bipartidismo explicitada en las últimas elecciones europeas, que tanto han precipitado los acontecimientos de las últimas semanas en lo que se refiere a la Corona.
Pero Felipe VI tiene ante sí otros objetivos esenciales de cara a prestigiar el delicado inicio de su reinado. Ha de convertirse desde el primer momento en el jefe de su casa, única manera de que pueda ejercer como jefe del Estado con toda la solidez necesaria para tan complejo empeño. Eso quiere decir que tanto el Rey padre como la Reina madre han de formar detrás de él y han de desarrollar sus relaciones sociales e institucionales también detrás de él.
A partir de ahora resultará muy mal de concebir, y dará paso a todo tipo de pábulos y comentarios, si el Rey padre se dedica a ir por libre y a explicitar su ya liberada campechanía por todos lados. La figura del Rey padre ha de saber sujetarse al jefe del Estado. Será difícil de comprender, por ejemplo que el Rey padre se venga a Marivent a llevar el mismo estilo de vida de cuando estaba al frente del Estado mientras el Rey e va a Asturias a veranear. Lo mismo puede decirse de la Reina madre respecto a la Reina Leticia, a la que ha de acompañar y aconsejar, per siempre detrás de ella.
No puede haber desorden en este aspecto fundamental. No puede darse la sensación, aunque sea más aparente que real, de que España tiene do Reyes (o jefes de Estado) en dos sitios distintos repartiendo choques de manos, haciendo relaciones y pronunciando comentarios yendo por libre sujetos a todo tipo de rumores, aunque sean variopintos.
Cuando Isabel II abdicó en su hijo Alfonso XII se quedó viviendo en París durante décadas, apartada voluntariamente del menor atisbo de actividad pública. Cuando Franco nombró a Juan Carlos su sucesor, don Juan de Borbón (que nunca fue rey pero sí padre de Príncipe y de Rey) quedó completamente al margen de asuntos de Estado.
Ahora vivimos una situación nueva: dps Reyes, el padre y el efectivo, y dos Reinas, viviendo en España. Sólo puede haber un jefe y mucha disciplina en esta nueva situación. La misma disciplina que demostró la Reina madre de Inglaterra respecto a su hija, la actual Reina Isabel. No se despegaba de ella en ningún acto público importante al que debía acudir, jamás fue por libre. Asumió la discreción de quien, en realidad, era la subordinada de la jefa del Estado y de la Commonwealth. Estuvo en su papel hasta su muerte cuando frisaba el siglo de vida.
Eso es lo que hay que esperar de la familia real española a partir de ahora: el Rey manda y los demás han de rodearlo para prestigiarle y fortalecerle. Se han acabado para siempre el desorden, con familiares por libre organizando institutos que llevan camino del banquillo o con salidas del tiesto por querer llevar una vida aparte del jefe del Estado.