Ha acabado el Mundial de fútbol, un campeonato por completo atípico. El hecho de la adjudicación a Catar y las elevadísimas temperaturas que se dan en este país en verano obligaron a cambiar el calendario habitual de los mundiales, que se celebran al principio del estío del hemisferio norte y trasladarlo a noviembre-diciembre, lo que ha significado la interrupción de los campeonatos nacionales en la mayor parte de Europa y de otros muchos países del mundo, con la consiguiente alteración de su normal desarrollo y la necesidad de dynamicar las jornadas, así como las de los torneos internacionales, lo que supondrá una auténtica maratón de partidos entre enero y junio, que con toda probabilidad comportará lesiones y altibajos en el rendimiento de los equipos, que se verán afectados de manera desigual según la suerte de cada cual y que, sin duda, alterará el que hubiera sido el resultado en circunstancias habituales.
Ha habido muchas protestas, especialmente en Europa, por este hecho de la alteración del calendario habitual, sobre todo entre entrenadores y directivos de equipos, principalmente de los clubes más poderosos, que son los más perjudicados, puesto que son los que más jugadores aportan a las selecciones y, por tanto, los que acumulan más riesgo de lesiones y de sobreesfuerzo de sus estrellas principales, además del hecho de que, al ser los que juegan competiciones europeas, tienen ahora una auténtica locura de partidos hasta junio.
Y no tanto por parte del ámbito deportivo, sino más bien desde el mundo político, periodístico, intelectual y social, ha habido muchas críticas hacia el hecho de la evidente falta de democracia y de respeto a los derechos humanos por parte del régimen catarí y de las indecentes condiciones de trabajo a las que han estado sometidos los trabajadores extranjeros que ha estado construyendo infraestructuras destinadas al mundial, especialmente los estadios, que han resultado en una cifra escalofriante de varios miles de muertos según fuentes de ONGs internacionales, cifra no aceptada y muy rebajada por las autoridades cataríes.
Pero ambas objeciones, aunque se pueden basar en argumentos muy sólidos, son débiles o cínicas, o ambas cosas. Si solo se han de celebrar mundiales a principios del verano boreal, eso descarta a casi todos los países que se encuentren en la zona intertropical y, por supuesto, a todos los que se encuentren en zonas de clima árido-cálido y semiárido-cálido. Todos los países deben tener la posibilidad de organizar la competición, si reúnen las condiciones económicas y sociales para ello y si debido a su particularidad climática hay que buscar una época alternativa a la habitual, ello no debe ser obstáculo.
En cuanto a las condiciones políticas de respeto a la democracia y a los derechos humanos, si su ausencia fuera causa de excluir a un país de la organización de eventos internacionales, Rusia no debería haber organizado los juegos olímpicos de invierno de Sochi, ni el campeonato mundial de fútbol de hace cuatro años, ni la China los juegos olímpicos de verano y de invierno y sin embargo, no hubo en esos casos excesivos aspavientos de rechazo, con algunas honrosísimas excepciones.
Otra cosa es discutir la conveniencia de que existan competiciones internacionales de selecciones de estados y la de las propias federaciones deportivas internacionales, que en una gran mayoría adolecen de estructuras opacas y obscurantistas, a las que se suele acceder por cooptación y amiguismo y que suponen siempre pingües beneficios para sus miembros, incluso aunque no se dediquen a prácticas de corrupción y aceptación de prebendas, regalías y sobornos, que suceden con excesiva frecuencia. Baste como muestra un botón, la suspensión por ocho años de Blatter, presidente de la FIFA y Platini, presidente de la UEFA, por prácticas de administración desleal y conflicto de intereses; pero los escándalos han salpicado a muchas de las federaciones internacionales y al propio Comité Olímpico Internacional.
Menos mal que en lo deportivo el mundial ha sido muy interesante. Se ha confirmado el estancamiento de Europa, sobre todo de Alemania, Bélgica, España, Portugal e Inglaterra, Italia ni se ha clasificado, así como de América, donde solo destacan las mismas de siempre, Argentina y Brasil, el resto de capa caída, incluyendo Estados Unidos, aunque se han clasificado para octavos. Van subiendo de nivel, por el contrario, los países asiáticos, Japón, Corea del Sur, Irán y con ellos Australia. Y Marruecos ha sido la primera selección africana en llegar a semifinales y quedar cuarta en un mundial.
Y la final ha sido de lo más emocionante y divertida. El triunfo de Messi aclara definitivamente, para quien no sea un fanático, el debate sobre el mejor jugador y la portentosa actuación de Mbappé señala también quién va a ser su sucesor y estrella dominante de la próxima década. Y el Sr. Roncero, periodista de pro del diario As, que no se dedique al noble arte de la predicción. Antes del mundial hizo una serie de pronósticos de los que no ha acertado ni uno y llama especialmente la atención su vaticinio en dos categorías: selección decepción: “Argentina”, jugador decepción: “Messi”. Teniendo en cuenta que Argentina ha quedado campeona y Messi considerado el mejor jugador del campeonato, podemos decir que se ha cubierto de gloria. Es lo que tiene cuando el fanatismo te nubla el conocimiento y al Sr. Roncero, reconocido forofo madridista, parece que le puede la tirria que le tiene a Messi por su historial barcelonista y la cantidad de disgustos que le ha dado al Real Madrid en los últimos quince años.