En la literatura de mediados del siglo XX surge el conocido como género del absurdo, especialmente en el teatro. Éste, se caracteriza por romper los esquemas lógicos preestablecidos, usar un lenguaje sin sentido y mezclar realidad y ficción dentro de un contexto humorístico.
Siguiendo este ambiente surrealista, esta semana conocíamos las declaraciones de un representante público, concejal del Ajuntament de Palma. En ellas, no solo mostraba su apoyo a la falta de inacción respecto al “top manta” o venta ambulante ilegal, sino que además criminalizaba de forma directa a los representantes del pequeño comercio a los que acusaba de racistas. Asimismo, ponía en el punto de mira a las grandes superficies, como excusa para no hacer frente a la venta ambulante.
Es curiosa, esta extraña obsesión de determinados sectores para acusar a los agentes económicos que generan riqueza. Generar riqueza mediante ventas que incrementan el PIB, así como, el pago de los impuestos que se derivan de cualquier actividad económica o comercial. En cambio, estos servidores y adalides de bondades, exigen prestaciones sociales elevadas, más médicos, más profesores y, olvidan que todas estas exigencias se pagan con tributos que aportan los ciudadanos y las empresas. También, los comerciantes.
Así, en este teatro del absurdo del siglo XXI apostamos por criminalizar a los que pagan y bendecir a los que realizan una actuación contraria a derecho. Podrían haber planteado alternativas para introducir a las personas del top manta en programas de inserción laboral. Pero eso requeriría dejar de lado la demagogia y el populismo, y empezar a trabajar. Así, que los que pagan impuestos seguirán recibiendo palos. Y éstos, seguirán gobernando las instituciones. Y seguirán al menos hasta mayo. Hasta entonces disfruten, si es que se puede, de esta política del absurdo.