En diciembre solemos hacer un balance, de nuestro ridiculum biográfico del año que hemos gastado, - nadie sale vivo de la vida-, en el que a veces nos maltratamos haciendo una enmienda a la totalidad. No se olviden que siempre convivimos con nuestro relato. Para conciliarse con el pasado, nada mejor, que sustituir el “así fue “por “así lo quise yo”, - y para aprender de él, una vez pasada la resaca navideña, va bien tomar conciencia de los malentendidos interpersonales sin resolver y de la es-tupidez que todavía nos atrapa.
Está claro que todos los cambios de año nos convocan para practicar, la recomendable introspección.
¿Cuántas veces nos hemos resquebrajado y en vez del freno hemos pisado el acelerador? ¿Hemos optado por pedir ayuda? ¿Hemos vivido según nuestros valores? ¿Nuestras decisiones están alineadas con ellos? ¿Cuánto tiempo le hemos dedicado a los amigos ibuprofeno, ya saben antiinflamatorios? Como dice un refrán africano, si quieres ir rápido, ve solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado, mejor dicho, bien acompañado. Dicen que somos la media de las cinco personas con las que pasamos más tiempo. Les sugiero, aplicarlo.
Pero como ya saben, el topicazo de año nuevo, vida nueva, nos creamos el espejismo y nos emborrachamos con falsas esperanzas, marcándonos objetivos que muchas veces son agua de borrajas. Tenemos sobredosis de pensamiento positivo limitando con el mágico y caemos en la trampa de confundir deseos con realidad.
Parece ser que dosis razonables de pesimismo esperanzado y una actitud estoica, - ya saben acepta lo que no puedes cambiar y concentra tu energía en ello-, resultan más adaptativas. Todo el mundo habla de grandes cambios, yo más bien, me inclino por los re-cambios. Y como dicen en mallorquín “poc a poc”. Cambiar a veces es un coñazo y sobre todo si echamos un órdago a la grande. Mejor caminar con más humildad y prudencia. Llegas igual y te frustras menos.
Son tiempos recios y complejos, preñados de incertidumbre, que suponen un riesgo para la convivencia. Y la idiosincrasia caracterológica cainita de algunos seudolíderes políticos que nos ¿gobiernan?, y que nos alientan con un optimismo que nos indigesta con esperanzas infundadas. El relato político, más bien parece el penúltimo blablablá, cuyo objetivo es polarizar y acrecentar las contradicciones enfrentando a los ciudadanos, para sacar rédito político y seguir en el poder.
Parece pues que el pesimismo, pero siempre con esperanza, - estamos mal pero podemos mejorar-, es la pócima de Asterix, en este contexto en el que se vislumbran nubarrones de zozobra y de gran estrés cívico. No podemos permitirnos estar en el optimismo que nos llene de falsas esperanzas y que no ancle en la realidad que vivimos.
Pero estamos vivos y comprometidos con construir la mejor convivencia posible y tenemos un porqué, -para soportar cualquier cómo-, : nuestros hijos, que son la generación venidera, que serán el pilar de este gran país.
Ya saben en victoria transitoria porque nunca hemos estado en doma. Buen 2025.