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Planetas errantes

lunes 28 de octubre de 2013, 23:23h

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Hace un par de semanas se anunció el descubrimiento de un planeta solitario, que flota en el espacio interestelar, sin orbitar ninguna estrella. Ya se conocían objetos espaciales que no formaban parte de ningún sistema estelar, pero existía un debate acerca de si se trata de planetas o de estrellas fallidas de muy pequeño tamaño, las denominadas subenanas marrones. En este caso no parece haber duda de que se trata de un planeta, un gigante gaseoso unas seis veces mayor que Júpiter, de unos doce millones de años, un bebé en términos planetarios, que se encuentra a unos 80 años luz de la Tierra, como quien dice aquí al lado en el conjunto del universo, al que, de momento, han puesto el escasamente atractivo nombre de PSOJ318.5-22. A este tipo de planetas, que los astrónomos consideran que deben ser abundantes, posiblemente más abundantes que las propias estrellas, aunque son muy difíciles de detectar, se les ha denominado planetas interestelares, huérfanos, errantes, o vagabundos ("rogue planets" en inglés) por su característica definitoria de que no están sujetos a la gravedad de ninguna estrella, no pertenecen a ningún sistema estelar y se mueven por el espacio interestelar como objetos independientes.

Hay unas cuantas novelas de ciencia ficción, no muchas, en las que un planeta errante es el protagonista de la trama, o el lugar donde ésta tiene lugar. En When Worlds Collide, publicada en España como Cuando Chocan los Mundos, La Tierra es devastada por uno de ellos. Se hizo una versión cinematográfica, titulada en España Cuando los Mundos Chocan, curioso cambio de orden de las palabras respecto del título de la novela. En Wofbane, publicada en España como Círculo de Lobos, La Lucha y La Lucha contra las Pirámides, un planeta errante desplaza a La Tierra fuera del sistema solar. En The Wanderer, El Planeta Errante en España, un planeta vagabundo, en este caso artificial, saquea La Luna y provoca cataclismos en La Tierra. Estas tres novelas pertenecen al subgénero de catástrofes planetarias. En Satan's World, El Mundo de Satán en España, la trama consiste en la lucha de exploradores de compañías privadas rivales para asegurarse la primacía de los derechos de explotación de las riquezas minerales de un planeta errante, frío y congelado, que en su deriva espacial se acerca a una estrella, lo que supondrá un calentamiento que permitirá la explotación de tales recursos.

La que me parece la mejor, con mucha diferencia, de las novelas con planetas errantes, es Dying of the Light de George R.R. Martin, tan famoso ahora por ser el autor de la saga Canción de Hielo y Fuego, de la que ha derivado la serie de televisión Juego de Tronos. Es una gran pérdida para la ciencia ficción que Martin malgaste su talento en una insustancial megaserie de fantasía, claro que supongo que su cuenta corriente debe engordar en la misma medida exagerada con la que crece el tedio provocado por su obra. En Muerte de la Luz, título en España de Dying of the Light, el planeta Wolborn ha vivido unos años dorados al acercarse a una estrella gigante roja, lo que ha permitido establecer vida en él y 14 mundos de esa zona de la galaxia han celebrado un festival, construyendo cada una de ellas una ciudad, reflejo de su cultura y su idiosincrasia, una especie de exposición universal interplanetaria. Ahora, en su errático deambular, se está alejando de nuevo de la estrella hacia una región oscura del vacío espacial, lo que significará la muerte de toda la vida importada al planeta. Unos cuantos irreductibles, por distintas razones, siguen en el planeta apurando el tiempo, arriesgándose a perder las últimas espacionaves que despegarán del mismo y a quedar varados en él y condenados a morir con la muerte de la luz. Las peripecias de estos últimos habitantes constituyen la trama de esta novela maravillosa, que recomiendo con pasión.

¿Cómo debe ser errar por el vacío interestelar, en la sola compañía de la energía oscura?. ¿Qué deben sentir estos huérfanos, vagabundos del espacio? ¿Estarán tristes, apenados por la soledad? ¿Ansiarán la compañía de otros planetas y satélites, girar alrededor de un sol en una órbita estable, estar sometidos a la gravedad de una estrella y la interacción con los otros objetos del sistema, en un equilibrio más o menos estable, en el que cada cual intenta influir sobre los demás para conseguir el mejor acomodo orbital y la mayor cohorte posible de satélites y asteroides? O, por el contrario, ¿preferirán la vida solitaria, deambular independientes sin sumisión a ninguna estrella, sin necesidad de establecer pugnas gravitatorias con vecinos más o menos amables, sin ninguna atadura gravitacional, viviendo momentos de esplendor al acercarse fugazmente a alguna estrella, pero alejándose de nuevo antes de ser esclavizado por ella? Al fin y al cabo, si son acertadas las teorías que postulan que la presión de la energía oscura acabará provocando el fin del universo en un Gran Desgarro ("Big Rip"), no habrá diferencia y, hasta entonces, habrán gozado de plena libertad.

 
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