En estos días, me he encontrado con varias personas que están esperando aumentar los miembros de su familia, las cuales se han quedado embarazadas durante el confinamiento, o están pensando en hacerlo ahora, tanto por vía natural, como a través de técnicas de reproducción asistida, lo cual, a mi modo de ver, tiene una doble lectura.
Por un lado, traer una vida al mundo siempre debería de ser una buena noticia, y para aquellas personas que lo desean con locura estoy convencida que lo es.
No obstante, el futuro que les espera a nuestros hijos no es el más prometedor que se podría esperar o, por lo menos, las cosas no pintan muy bien.
Anuncian posibles nuevos virus y pandemias que desconocemos y todavía no tenemos una cura para el coronavirus.
La economía global está totalmente quebrada, a punto de la bancarrota ,y para el 2021 la perspectiva es similar, sin tener una solución para salir de esta situación.
Todo ello nos lleva a unas expectativas que, a nivel laboral, dejan mucho que desear, por no hablar de la educación y los valores que podremos enseñar a nuestros descendientes.
Así que mi reflexión es la siguiente: ¿realmente es el mejor momento para traer vidas al mundo en estas circunstancias actuales?
Hace unos días se sentó en mi despacho para una entrevista de trabajo una persona que llevaba sin ganar casi nada de dinero desde el mes de marzo, con un niño de 6 meses y otro de 4, y su compañera tampoco trabajaba. Vivían de las ayudas familiares y del gobierno, y padecía una depresión severa que estaba siendo tratada por un psiquiatra.
Esta situación me hizo reflexionar sobre esta antigua polémica de la paternidad en casos de bajo poder adquisitivo dentro de las familias, y de si éticamente es correcto que se den estos casos en personas que no tienen posibilidad de sacar adelante a sus hijos.
Intentando ser objetiva y dejando a un lado ideologías religiosas, muy respetables, por otro lado, ¿de verdad alguien puede pensar, estando en su sano juicio, que un niño les puede traer alegrías y felicidad en estas circunstancias?; ¿no es tener poco sentido común, en estas circunstancias, pensar en aumentar la familia?
Soy consciente de la controversia que puede llegar a causar este tema y la polémica que mis palabras pueden llegar a producir en muchas personas. No obstante, ver a aquel chico joven, casi llorando encima de mi mesa, pidiendo un puesto de trabajo en sus condiciones, me dio tanta pena que, además de intentar ayudarle entre las personas que conozco, me hizo reflexionar más que nunca sobre si la decisión de la paternidad es un asunto de egoísmo, naturaleza, o poco sentido común en los tiempos que estamos viviendo.
Me encantaría poder tener una solución para esta polémica, que ya está servida, pero ¿quién soy yo para opinar sobre algo que se escapa a mi control y al de todos los lectores de este diario?
Desde aquí, espero que pronto tengamos una solución para que podamos construir un mundo mejor para nuestros descendientes, y que dentro de poco podamos decir que esto solo fueron un par de años malos que tardaremos en olvidar, y una horrible pesadilla que paralizó nuestro mundo, como antes jamás había conocido nuestra generación, la cual vive sin esperanza alguna, deseando que ocurra algo que cambie nuestro destino para mejor.