“Parasitar: acción por la cual un ser vivo [el parásito] utiliza como alimento a otro ser vivo [el huésped] sin llegar a matarlo”. Un ejemplo evidente de parasitosis es lo que padecemos en nuestra tierra; el parásito es el “catalanismo” y el huésped es “Baleares”. Si comparamos la romanización, la hispanización y la catalanización, podría parecernos que son términos que quieren significar procesos parecidos, pero no es así. Sólo son similares los dos primeros, el tercero es todo lo contrario. Mientras que romanización e hispanización son sinónimos de progreso y avance, catalanización es sinónimo de falsificación, tergiversación y expolio.
La romanización de España supuso que las costumbres, la religión, las técnicas, la lengua, el derecho, las leyes y, en general, el modo de vida más avanzado de Roma, se impusieron en la población indígena. La romanización significó en pocas palabras, progreso. En Baleares, el legado romano no son sólo los pocos restos de sus construcciones que quedan, como las ruinas de Pollentia y los vestigios de la muralla romana de Palma, sino también las técnicas constructivas introducidas que hoy en día aún se usan como los muros de mampostería seca y los muros de lomo de asno, así como nuevas técnicas de cultivo y regadío. Pero sobre todo lo es la casa popular mallorquina, que pervivió a la dominación islamita y se mantuvo después de la conquista aragonesa de Jaime I frente a la casa gótica traída por lo pocos colonos catalanes.
Más de un milenio más tarde tuvo lugar otra romanización, la hispanización de América. España repitió la hazaña de Roma en el Nuevo Mundo. España llevó a América la lengua castellana y la religión católica; levantó ciudades, universidades, hospitales, iglesias, catedrales, acueductos, carreteras… España se trasplantó a América, hasta allí llevó su cultura grecorromana y católica. España llevó a América el progreso, del mismo modo que Roma lo llevó a España. ¿Qué progreso nos ha traído el catalanismo? Algunos nos dirán que España no pudo llevar nada a América, dado que no existía. Entonces ¿a qué vino que Cristóbal Colón bautizara la actual isla que comparten República Dominicana y Haití, como La Española? ¿O que Hernán Cortés llamase al nuevo reino de Tierra Firme, reino de la Nueva España, que llegó a extenderse desde la actual California estadounidense hasta Centroamérica y Filipinas?
Aunque los principales conquistadores y exploradores fueron castellanos, la empresa americana fue eminentemente española. A partir de que Castilla y Aragón unieran sus fuerzas se culminó la Reconquista y comenzó la aventura del Descubrimiento de América. Estas empresas cimentaron las bases del Imperio español. La hispanización de América representó la llegada de la estructura política, la cultura, la arquitectura y el pensamiento de Aragón y de Castilla, en definitiva de España. La traza regular en forma ortogonal o cuadricular tan característica de las ciudades virreinales como Manila, Panamá, México, Santo Domingo, Cuzco, Bogotá… era utilizada tanto en Castilla como en Aragón. En Baleares, concretamente, con las Ordenaciones del año 1300 del rey Jaime II de Mallorca, se observa claramente esa traza regular en las nuevas pueblas de Petra y Sa Pobla. Por otra parte, la figura elegida para que el rey pudiera gobernar desde la Península sin tener que desplazarse hasta América, fue la utilizada en los distintos territorios de la Corona de Aragón, el virreinato. Y sobre todo, la base de la hispanización de los indios fue la doctrina que aplicó la Corona española para llevar a cabo la conquista pacífica del Nuevo Mundo, la del mallorquín Ramón Llull, parasitado como “el auténtico creador de la prosa catalana culta”.
La asunción del pensamiento luliano por parte de los Reyes Católicos como de los siguientes reyes de la Casa de Austria, sobre todo Felipe II, fue fundamental para no llegar al genocidio cometido por ingleses y estadounidenses en Norteamérica. Primero fue la reina Isabel la que ordenó que los nativos americanos fuesen tratados como súbditos y no como esclavos, y cincuenta años más tarde Felipe II ordenó que la conquista tenía que ser pacífica y bajo el control de los religiosos. Y no quedó ahí el legado de Ramón Llull, su doctrina estuvo presente hasta finales del siglo XVIII con la llegada de su compatriota san Junípero Serra a Sierra Gorda y California (parasitado como “la huella catalana en California”); ya que fue precisamente la doctrina luliana la usada por los religiosos para la conversión de los nativos al cristianismo. De acuerdo con las enseñanzas de Llull, los misioneros aprendieron las lenguas de los nativos para poder aplicar las “razones necesarias” lulianas y lograr su cristianización. El uso de las lenguas indígenas como herramienta para la evangelización de la población indígena propició su conservación. Aunque la llamada “Leyenda negra” haya esparcido, entre otros bulos, que el Imperio español persiguió y condenó al olvido a la lenguas indígenas americanas hasta su práctica desaparición. De hecho, fueron los españoles los que escribieron las primeras gramáticas de las lenguas nativas. En 1547, fray Andrés de Olmos, inspirado en la gramática castellana de Nebrija escribió el “Arte de la lengua mexicana”. De esta manera, el náhuatl se convirtió en la primera lengua indígena en poseer una gramática, antes incluso que el francés y que el catalán.
La catalanización de Baleares no tuvo lugar hace 800 años como insisten con el parásito titular de “la conquista catalana de Mallorca”, es ahora. La empresa de Jaime I de Aragón de 1229 ni fue conquista catalana, ni Mallorca fue repoblada por catalanes, ni muchos menos, llegó con ellos la lengua catalana, por la sencilla razón que no existía la lengua catalana. A la realidad política de un reino propio y autónomo, nacido después de la conquista de Jaime I, se unió el hecho, a un siglo de la conquista, de la forja de lengua mallorquina, resultado de la fusión de la lengua de los mozárabes mallorquines (los Rum) y los nuevos pobladores procedentes de Provenza, Languedoc, Cataluña, Lérida y Aragón. Ni el parasitado Ramón Llull sabía de la existencia de la lengua catalana. De hecho, en su testamento de 1313 destinó 140 libras para que se copiasen sus diez obras más recientes en pergamino, tanto en romance como en latín: “scribantur libri in pergameno in romancio et latino”. Además el mismo Llull fue el “romançador” de su “Llibre de contemplació en Déu”, escrito inicialmente en árabe, “de arabic en romanç”. La que si se documenta es la lengua mallorquina distinta de la continental. En un juicio celebrado en 1341 por el robo de una colcha, cuando la justicia quiso esclarecer el nombre del ladrón, el testigo afirmó que no podía ser Guillermo Revull ya que hablaba “ad modum maioricencem” mientras que el ladrón hablaba “idiomate rossilionense”. Y a principios del siglo XV, en 1409, ya se documentaba con una denominación mucho más explícita en una orden de pago a favor de Ramón Soler en concepto de “arromençar e traslladar de castellanesch en mallorquí”.
Del mismo modo que la lengua mallorquina siguió un camino distinto a la continental, el reino insular también continuó el suyo. A la muerte de Jaime I, Mallorca pasó a ser un reino independiente con dinastía propia y después de la muerte de Jaime III en Lluchmayor, prosiguió como reino autónomo en el seno de la Corona de Aragón. Pero siempre manteniendo una constante, que se fue repitiendo a lo largo de los siglos, la tensión con Cataluña, con dos guerras incluidas. Tanto era así que para dejar las cosas del todo claras en relación a los catalanes, en el año 1600 el Consejo Supremo de Aragón dictaminó que los catalanes fuesen considerados extranjeros en Mallorca, y que, por tanto, debían satisfacer el “dret del foraster” que pagaban a la administración mallorquina todos los extranjeros que residían en Mallorca. ¿De qué catalanización nos hablan?
La catalanización es ahora, impulsada desde la Generalidad de Cataluña con jugosas subvenciones a medios y publicaciones que tergiversan y falsifican la historia, y asociaciones quintacolumnistas como la Obra Cultural Balear (www.ocb.cat). La Generalidad financia el Expolio Catalanista. Como parásito que es, el catalanismo se nutre de las gestas de san Junípero Serra en California y de la historia de los menorquines que llegaron a Florida en el siglo XVIII, que son ”la raíz catalana de Florida” (www. elnacional.cat ). También se alimenta de la saga Farragut de héroes estadounidenses de ascendencia menorquina para dar nombre a la catalanista “Farragut Fund for Catalan Culture in the US”. Tampoco se salvan de su apetito los navegantes y cartógrafos mallorquines. El Mapamundi de Cresques Abraham, parasitado como “Atlas catalán”, es “la carta catalana medieval conservada en la Biblioteca Nacional de Francia” (www.scg.iec.cat). También forman parte del banquete, el mallorquín Canto de la Sibila que representa “La Navidad Catalana, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” (www.liceomagazine.com), como también las catedrales: “Desde mediados del s. XIV, las grandes catedrales catalanas (Barcelona, Girona, Mallorca) fijaron la fórmula original del gótico catalán” (www.enciclopedia.cat).
El empacho del parásito es la inventada literatura catalana, sin valencianos y mallorquines sólo les queda Bernat Metge. Ningún autor mallorquín y valenciano en ningún momento afirmó que escribiera en lengua catalana, ni sabían de su existencia. Ni la conocía Ramón LLull, ni tampoco el valenciano Arnaldo de Vilanova. En el inventario de 1318 de sus textos manuscritos se indica que lo eran en lengua romance: “libri in romancio”. La parasitosis siguió con los autores del siglo XV, cuando ya cada territorio había sustituido la denominación de romance por la de su tierra: mallorquín, valenciano y catalán. El valenciano fray Antonio Canals en la traducción del “Valerio Máximo” distinguía, además, entre lengua catalana y lengua valenciana: ”tret del llatí en nostra vulgada lenga materna valenciana axí com he pogut jatssessia que altres l'agen tret en lenga cathalana”. También en la traducción de la primera parte del “Cartoxà” del valenciano Juan Roís de Corella se afirmaba que fue “trelladada de latí en valenciana lengua”. El humanista mallorquín Fernando Valentí en su prólogo de la traducción de las “Paradoxa de Ciceró” afirmaba que “he posada e transferida aquesta petita obreta de Tul·li (Cicerón), gran en sentencia, de latí en vulgar materno e mallorquí”. Pero el parásito necesita de valencianos y mallorquines, y por eso hace suyos a los valencianos Ausiás March que “representa una auténtica superación en la lírica catalana” (www.enciclopedia.cat) y a Joanot Martorell, aunque el mismo indicaba que escribía "en vulgar valenciana, per ço la nacio don yo soc natural se puxa elagrar e molt aiudar”.
En Baleares, después de 40 años de Estatuto de Autonomía (el caballo de Troya del catalanismo), sucede lo mismo que en el mundo animal. Hay algunos parásitos que modifican el comportamiento de los huéspedes a los que infestan y los convierten en auténticos siervos dedicados a garantizar la supervivencia del invasor. Baleares se ha transformado en un huésped parasitado gracias a unos políticos incapaces de representar a los habitantes de Baleares como nos merecemos y que siguen los mandatos del parásito que es el catalanismo. Parece que ya hemos asumido los “castellers” en el día de la Comunidad y del patrón de Palma, la inmersión lingüística en catalán de Barcelona en los colegios, la supresión y abandono de las palabras y expresiones propias de Baleares en los medios de comunicación, el arrinconamiento de la lengua mallorquina/balear a una mustia modalidad de la lengua catalana de Barcelona, el constante uso del dominio punto.cat en nuestras instituciones, la falsificación de la historia (Baleares son “les Illes”, la Guerra de Independencia es “la Guerra del Francés”, la Corona de Aragón es “la Corona catalano-aragonesa”, Jaime I de Aragón es “el rei català”)…
La conveniencia política de socialistas y los miedos de los populares nos han llevado a esta situación de difícil reversión. La romanización y la hispanización aportaron progreso a España y a Nueva España. ¿Qué avance y progreso aporta el catalanismo? Ninguno. Todo lo contrario. Como en la mayoría de relaciones parasitarias, el huésped recibe un perjuicio por parte del parásito en algún momento del ciclo. Cada vez son más las esporas con la misión de suprimir la milenaria identidad balear.