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Panorama político balear: Derribando muros

Por Pep Ignasi Aguiló
martes 22 de octubre de 2024, 03:00h

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Si hubiera que bautizar la actual etapa política en Baleares, quizás el nombre más adecuado sería “Derribando muros”, pues en eso parece estar centrada la actual líder del ejecutivo. Ese es el motivo por el que, por una parte, deja totalmente descolocados a sus ex-socios de Vox; al tiempo que los de la oposición han tenido que enfundarse las “pistolas” que tenía preparadas (lengua, saturación, etc.).

Lo que diferencia al Partido Popular de su alternativa izquierdista, hoy por hoy, es, sobre todo, su menor sectarismo y, por tanto, también su menor apriorismo ideológico. Lo cual le permite tener una acción de gobierno más pausada y plana, orientada a realizar transformaciones sólo de forma paulatina. Esto entronca, claramente, con buena parte de la sociología isleña. Por otro lado, en la memoria de la organización está presente la experiencia de sus etapas más rupturistas y modernizadoras tanto en infraestructuras como en educación que, sin embargo, resultaron fallidas en las urnas. De esta forma, es bastante lógico, que intente volver a sus electoralmente exitosos orígenes sosegados.

De hecho, el PSOE-PSIB fue incapaz de desplazar del poder a sus rivales hasta conformar un pacto de “todos contra uno” que, inevitablemente, tenía en el sectarismo uno de sus elementos cohesionadores. Aunque es cierto que en su primera versión incluyeron en lista de “enemigos” a los empresarios más exitosos de la comunidad, esto es, a los hoteleros. En versiones posteriores rectificaron aliándose con ellos, y con otros sectores poderosos del statu quo, para abrazar un tipo de política que pone mucho más énfasis en el relato que en la acción. De hecho, muchas de las numerosas leyes producidas durante sus mandatos son más proclamas ideológicas y de buenos propósitos, -frecuentemente copiadas de organismos internacionales-, que normas realmente ordenadoras. La inseguridad jurídica ha sido su consecuencia más indeseada.

Es decir, el PSOE-PSIB y sus coaligados nacionalistas y radicales de neocomunistas han dedicado sus años de gobierno básicamente a imponer un “relato” según el cual, los principios morales están únicamente de su parte. Con frecuencia sin tener en consideración cuestiones tan relevantes como, por ejemplo, las evidentes restricciones que impone toda economía. Por supuesto, el mensaje implícito es que el Partido Popular no está conformado por gentes honestas de principios éticos, sino, más bien, por seres ávidos de riqueza, añorantes del pasado incierto.

El dominio de los medios de comunicación, las nuevas alianzas mencionadas con los más poderosos, los abultados ingresos públicos, y la sempiterna práctica clientelar centrada en la creación de estructuras paralelas, han conseguido, -en buena medida-, su propósito de imponer una narrativa que dificulta cualquier transformación de calado. Aunque, afortunadamente, no han conseguido alcanzar el grado de división social ocurrido en otras comunidades cercanas.

Por otro lado, los relatos izquierdistas entroncan la tradición utópica, lo que les permite, sin ir más lejos, anunciar proyectos a varias legislaturas vistas. De esta forma, la utopía les concede el privilegio de no ser juzgados por sus actos sino por sus intenciones. Así, cuando no se materializan los muchos proyectos anunciados, simplemente se puede volcar la culpa en los contrarios.

Seguramente, este es el panorama que mejor explica la actual legislatura balear con un PP protagonista cuyo objetivo prioritario parece orientado, sobre todo, a revertir el relato divisorio entre buenos y malos. Reorientando, al mismo tiempo, el discurso y sus actuaciones hacia el refuerzo de fundamentos tales como el de la propiedad, la familia, la autonomía personal, la prosperidad, el ecologismo integrado en la producción, etc. Lo hace, además, en un momento en que, a nivel nacional Sánchez proclama, con orgullo, la construcción de “muros” separadores.

Tal vez por todo eso, el método utilizado por el gobierno de Prohens, no es la confrontación ideológica reclamada por sus militantes más aguerridos, sino más bien la de utilizar técnicas políticas similares a las de la izquierda. Así, las reducciones de impuestos se llevan a término sin disminuir el gasto público excesivo y superfluo (no cuentan con un Pepe Barea), los grandes proyectos se planifican para otras legislaturas, la continuidad es la tónica general en educación, se fundamentan las grandes decisiones en organismos creados ex-profeso para representar el consenso, etc.

Esta forma de actuar, sin sacarse conejos de la chistera, evitando sobresaltos, parece intentar superar el aislamiento divisorio entre los bloques políticos. Tal vez por ello, deja sin argumentos a la izquierda en la oposición, -que además ahora está descabezada-. También genera descontento en las diferentes facciones de Vox. Pero lo cierto es que el actual govern, a diferencia de la tendencia mayoritaria actual, no se muestra interesado en que la política ocupe el espacio que tradicionalmente ha protagonizado el fútbol y las confrontaciones deportivas.

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