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Paludismo

martes 16 de julio de 2013, 07:10h

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Hace unos días apareció en algunos medios de la prensa escrita, una noticia que ha pasado muy desapercibida: la muerte por paludismo de un jugador de fútbol brasileño, Claudiney Ramos, conocido como “Rincón”, de 33 años, en un hospital de una ciudad cercana a Sao Paulo. Rincón jugaba como nacionalizado en la selección de Guinea Ecuatorial, la antigua colonia española y, al parecer, habría contraído la enfermedad cuando estuvo jugando en África, a principios de junio, unos partidos de las eliminatorias de clasificación para el Campeonato Mundial de Brasil. La noticia también hacía referencia a otro jugador brasileño nacionalizado guineano, el portero Danilo, que también se habría infectado y que se encontraba en coma inducido en un hospital de Natal, al nordeste de Brasil. Afortunadamente, parece que su evolución está siendo positiva. Y aunque ya no se ha publicado nada por estos lares, algunos medios de Iberoamérica han informado que un tercer brasileño nacionalizado guineano, Diouzer, también padece la enfermedad, aunque con un cuadro clínico no tan grave.


El paludismo, o fiebre palúdica, nombres clásicos hoy sustituidos por el término malaria, debido a la influencia aplastante del inglés, es uno de los mayores problemas sanitarios de la humanidad. De acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2009 hubo casi 300 millones de casos y alrededor de 1 millón de muertes. En 2010 unos 220 millones de casos con entre quinientas y ochocientas mil muertes. Paludismo, del latín palus, laguna, es un nombre mucho más adecuado que malaria, procedente del italiano y que significa “mal aire”, puesto que se trata de una enfermedad parasitaria transmitida por mosquitos, por lo que se relaciona con ambientes lacustres, pantanosos, humedales, cenagales y lugares con agua estancada, necesaria para el desarrollo larvario de dichos insectos. El agente infeccioso, 4 especies de Plasmodium, tiene un ciclo vital muy complejo. Cuando un mosquito, solo del género Anopheles, solo las hembras, infectado pica a una persona, inocula el parásito que está en sus glándulas salivares (esporozoito), que es transportado por la sangre hasta el hígado y penetra en las células hepáticas donde se reproduce asexualmente (esquizogonia), formando los denominados esquizontes. Cuando las células hepáticas revientan, después de un ciclo de 6 a 9 días, las formas derivadas de los esquizontes, denominados merozoitos, pasan a la sangre y penetran en los glóbulos rojos, donde se diferencian en gamontes masculinos y femeninos. Después de ciclos de 48 horas o 72 horas, los glóbulos rojos revientan, lo que provoca un gran acceso o paroxismo de fiebre muy elevada, y se liberan los gamontes que serán aspirados por otro mosquito al picar al enfermo. En el mosquito desarrollan otro ciclo complejo que acaba con los esporozoitos en las glándulas salivares y vuelta a empezar cuando el mosquito pique a otra persona. En las especies P. vivax, P. falciforme y P. ovale el ciclo en los glóbulos rojos dura 48 horas, por lo que los accesos febriles se producen al tercer día, de ahí el nombre tradicional de fiebres tercianas. En P. malariae dura 72 horas, por lo que los accesos se producen al cuarto día, de ahí fiebres cuartanas. Además de estas 4 especies “humanas”, se sospecha que algunas especies de plasmodios de los monos podrían eventualmente transmitirse a la especie humana. De hecho, estudios recientes están demostrando que una especie de propia de macacos, P. knowlesi, infecta a personas con mucha mayor frecuencia de la que se suponía en zonas del sudeste asiático, por lo que cabría considerarla la quinta especie productora de paludismo humano.


Debido a la destrucción de células hepáticas y a la anemia provocada por la destrucción de glóbulos rojos, se trata de una enfermedad debilitante grave, con elevada mortalidad. P. falciparum produce los cuadros clínicos más graves y con mayores complicaciones, incluyendo una forma cerebral de la enfermedad.


El paludismo se distribuye como un cinturón que rodea la parte central del planeta, entre los dos trópicos. Ello se debe a que el ciclo vital del parásito en los mosquitos requiere unos 18 días y la duración de la vida de estos insectos depende de la temperatura y la humedad ambientales. En las zonas de clima más frío la mayoría de los mosquitos no llegan a vivir 18 días, por lo que el ciclo de transmisión se interrumpe. Solo en las zonas templadas y húmedas se puede completar el ciclo. Los países europeos mediterráneos y algunos estados del sur de EE.UU., así como de Australia, que nos encontramos dentro de la zona climática adecuada, hemos erradicado la enfermedad gracias a las medidas de higienización ambiental, algunas de las cuales, como el uso masivo del DDT, han tenido enormes costes ecológicos. La enfermedad azota al Africa subsahariana, el subcontinente indio, el sureste asiático, Nueva Guinea y algunas islas de la Melanesia y la mayor parte de Centro y Sudamérica. En las zonas de alta prevalencia, las personas se van reinfectando y, los que no mueren, acaban desarrollando una cierta inmunidad que, aunque incompleta, les permite resistir a la enfermedad. Es por ello que la mayoría de las víctimas mortales son niños, la inmensa mayoría en África. Cada minuto muere un niño de paludismo. Las personas que vivimos en zonas libres no poseemos ningún tipo de protección, por lo que la infección puede ser muy grave, incluso mortal, que es lo que les ha sucedido a los futbolistas brasileño-guineanos.



No hay vacunas disponibles contra el paludismo, aunque hay algunas en estudio, incluso en fases avanzadas de ensayos clínicos, pero, de momento, la única protección disponible es la quimioprofilaxis, esto es, la toma preventiva de medicamentos antiparasitarios cuando se va a viajar a una zona endémica, además de la adopción de medidas de barrera para evitar en lo posible las picaduras de los mosquitos durante el viaje. Dado que los medicamentos quimioprofilácticos varían según la zona a visitar y la edad y el estado de salud de los viajeros, así como también varían las pautas de dosificación y el periodo de inicio y de finalización de la profilaxis, es imperativo asesorarse adecuadamente con antelación suficiente al inicio del viaje. Se debe consultar al médico de familia y también a Sanidad Exterior, acerca de la mejor solución para cada caso en particular. Como información genérica, pero que no debe sustituir a lo anterior, en la web de la OMS se puede leer el informe anual Viajes Internacionales y Salud, así como también actualizaciones periódicas en el Weekly Epidemiological Report.

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