Tras los ataques de perros salvajes en las afueras de Inca estas últimas semanas, el Ayuntamiento de ese municipio no ha tenido más ocurrencia que hacer pagar por la mera tenencia de canes.
Se pretende penalizar la más antigua forma de colaboración entre dos especies. Una relación fructífera que benefició a ambas partes y que perdura aún hoy en día. Esto es, el homo sapiens con el lobo o los descendientes de ambos, perros con humanos.
En la prehistoria, el lobo ayudó al hombre a detectar y cazar presas, a ahuyentar a otros depredadores, a desplazarse en trineos, a controlar el ganado e incluso a alimentarlo cuando escaseaba la comida. El lobo, a cambio, obtenía comida fácil de manera continua. El maravilloso largometraje Alpha recoge esta colaboración.
La curiosidad del éxito de esta colaboración reside en los ojos. Sí, en los ojos. Lobos y humanos tenemos el globo ocular blanco. El ser humano es el único primate con esta característica y, según un antropólogo estadounidense, eso permitió una potente comunicación no verbal al facilitar saber lo que uno de los dos está mirando y, por tanto, coordinar intenciones. Esta conexión nunca existió entre el lobo y el Neanderthal que no tenía esa característica ocular. Según el antropólogo, Pat Shipman, esa fue la causa de que desapareciera del planeta este último competidor por la caza que no gozó de la ayuda de los lobos.
Más de 30 mil años después del inicio de esa estrecha relación, el Ayuntamiento de Inca considera que es una simbiosis negativa y hace pagar la tenencia, no el mal comportamiento, de dueños y canes.
Convivir con un perro es una experiencia que toda persona debe tener en la vida. No obstante, el mal comportamiento de los perros es por culpa directa de los dueños y sí se debe penalizar.
Ensuciar las calles, matar ovejas o atacar personas son comportamientos no deseados que, si el perro está bien educado, nunca ocurrirán. Y, de ocurrir, el culpable es el humano, nunca el animal, incapaz de discernir entre el bien y el mal, definido según esquemas mentales humanos. Para el perro lo correcto es la caza o defenderse cuando se ve amenazado. Su instinto así lo dicta.
Pero la mera tenencia de perros no debe penalizarse. Castigar a quien hace las cosas bien y enseña al can el civismo que le falta a algunos humanos no le debe caer castigo ni tasa alguna, por pequeña que sea.
Al igual que la educación de un niño depende del padre, el comportamiento del perro es el reflejo del dueño. De casta le viene al galgo.
Pero la ordenanza va más allá y prohíbe tener más de tres canes en una misma vivienda. Esa triple dación de amor y fidelidad le debe parecer al ayuntamiento excesiva para una familia. Una cuarta unidad en la familia se considera demasiada dicha para sus integrantes. ¿Quién es capaz de poner límites al cariño?
Cuando faltan las buenas ideas, prohibir y castigar es la opción para regular.
El primer y mejor amigo del hombre no es tan bien visto por algunos. Tendremos que buscar la compañía en otras especies y adoptar mini cerdos, hurones o iguanas. Hasta que hagan pagar por ellos o prohíban su tenencia.
Ante la próxima llegada de la “compañía” de los robots, quizás pretendan darle forma de perros para sustituir a nuestros milenarios compañeros. Ni orinan ni ladran ni atacan a rebaños. El compañero ideal.
Pero nunca tendrán la ternura en la mirada de un perro de carne y hueso. Ni sabremos sus intenciones aunque tengan blanco el globo ocular.