Paga y serás feliz

Los primeros turistas llegaron en 1974, lo hicieron con cuentagotas y al igual que pasa hoy tuvieron que respetar las costumbres ancestrales del país y evitar hacer cualquier cosa que menoscabase su legado cultural. Por aquel entonces el que quería cruzar la frontera debía pagar 130 dólares diarios, suma astronómica para la época pero que iba destinada al desarrollo sostenible del país. Y el experimento funcionó y hoy, el Reino de la Felicidad permite ya la entrada de casi 10.000 turistas al año (un chiste comparado con sus vecinos) que pagan desde un mínimo de 250 dólares al día por un alojamiento de 3 estrellas, hasta cantidades muy superiores si quieren algo mejor. Un sistema que permite proteger el Reino y sus costumbres evitando a su vez sus degradación.

Y cuando uno sobrevuela los picos de 7.000 metros y se dispone a aterrizar, literalmente rozando las cumbres, en el aeropuerto de Paro, lo hace preguntándose si no será un timo todo eso de la felicidad, de la protección del medio ambiente y lo de que exista un número limitado de turistas autorizados a cruzar la frontera. Pero no, no lo es. El Reino de Bután ha sabido combinar el progreso protegiéndose a su vez su cultura milenaria, y para no enredarnos en una descripción que no viene a cuento, diré solo que un viaje a ese remoto país del Himalaya vale lo que pagas por él. Porque en el Reino de la Felicidad, la balanza está equilibrada; Tus dólares a cambio de unos días en el último Shangri-la. Una transacción del todo justa.

Por eso siempre he pensado que nosotros deberíamos habernos fijado en el remoto reino y tratar de encontrar un equilibrio entre lo que paga el turista y lo que recibe, porque cuando la balanza está equilibrada ambas partes quedan satisfechas y nadie puede decir que le hayan engañado. Debo reconocer que nunca tuve demasiadas esperanzas de que pudiésemos conseguirlo. Ya se sabe que los touroperadores negocian fuerte, lo hacen a la baja, con meses de antelación y al final es casi imposible evitar que se vendan paquetes en las islas por cuatro chavos. Hasta hace muy poco, uno entraba a principio de año en las webs de Reino Unido o de Alemania y podía encontrar un paquete de una semana con todo incluido por mucho menos de lo que valía una estancia en una de las islas más maravillosas, seguras y amigas del turismo del Mediterráneo.

Pero me equivoqué al pensar que era imposible alcanzar el equilibrio entre lo que pagas y lo que obtienes como se equivocan todos los que tienen un solo punto de vista, como nos equivocamos los que no somos capaces de resolver las ecuaciones cambiando uno de sus miembros. Y al fin, esta temporada, tras décadas en el negocio turístico lo hemos conseguido; La balanza se ha equilibrado y hoy por hoy en Baleares hay un equilibrio entre lo que se paga y lo que se obtiene. Lo comido por lo servido. Hoy un británico o un alemán encuentra fácilmente un paquete de una semana con todo incluido por un precio irrisorio y a cambio obtienen más o menos lo que pagan; Una caca (por no decir algo más fuerte). Saturación, peleas a pleno día, basura en las playas, restos de botellón, mamading, balconing, borrachos fuera de sí que llegan a copular en el asiento del avión mientras regresan a casa o docenas de niños escalando la olivera de Cort como si fuese un castillo infantil.

La verdad es que no era ese el equilibrio en el que yo pensaba cuando miraba hacia el reino del Himalaya pero al fin y al cabo es equilibrio. La transacción ahora sí que es justa y perder perdemos todos, el local y el turista.

En fin, si pagas, serás feliz.

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