¿Dónde estaría el límite entre sentir una preocupación normal o necesitar ir ya a un especialista?
El límite entre lo que sería normal y lo que no lo es lo marcan los síntomas. En esta situación de pandemia en la que ya llevamos un año y medio, la preocupación, la angustia, el insomnio o la incerteza son emociones normales que, hasta cierto punto, todos hemos de sentir en mayor o menor medida. Siempre digo que no estar bien o estar de esa forma es lo normal en esta situación que estamos viviendo.
¿Cuándo se transforma todo ello en un trastorno que requiere tratamiento profesional?
En el caso del estado de ánimo, cuando una persona deja de sentir placer por cosas que antes se lo daban, como por ejemplo escuchar música, pasear o hacer deporte, estaríamos ante una situación que requiere tratamiento. El punto de inflexión sería, en este caso, notar que pasamos de una tristeza normal a una tristeza depresiva. En cuanto al insomnio, si es sólo un insomnio normal por algún tipo de preocupación, para paliarlo es suficiente con intentar no beber café al final del día, no ver tanto la televisión o no usar nuestra 'tablet'. El insomnio deja de ser normal y pasa a ser enfermizo cuando tiene repercusiones en nuestra vida cotidiana, es decir, cuando el hecho de no dormir nos provoca por ejemplo falta de memoria o cansancio excesivo. Si eso finalmente ocurre, creo que vale la pena ir entonces a un profesional para que nos ayude a dormir mejor.
Estoy pensando ahora también en la ansiedad...
Por lo que respecta a la ansiedad, que también sería normal en esta situación de pandemia, se transforma en una enfermedad cuando aparecen por ejemplo las crisis de ansiedad, que son como explosiones de ansiedad, de diez o quince minutos de duración, que no podemos controlar. Cuando eso ocurre, ya no estamos ante una ansiedad normal, sino ante una ansiedad que hay que tratar. Por tanto, como he señalado ya, el límite entre lo que es normal y lo que no lo es lo marcan los síntomas.
"Las consultas telemáticas en salud mental han llegado para quedarse"
¿Se ha podido hacer un buen seguimiento de los casos ya diagnosticados antes de la pandemia?
En el ámbito de la psiquiatría ha sido así, sí. Piense que la psiquiatría es una especialidad que habitualmente no utiliza pruebas complementarias, a diferencia de lo que ocurre en otras especialidades, que suelen emplear por ejemplo resonancias magnéticas, radiografías o tomografías axiales computarizadas —TAC—. En este contexto, lo que ha pasado muchas veces durante esta pandemia en distintas especialidades ha sido que se han tenido que retrasar consultas, pero no tanto por la consulta en sí como por la necesidad de hacer pruebas complementarias. En salud mental, en cambio, al no requerirse pruebas complementarias, no ha habido un retraso de nuestras consultas. Lo que sí ha habido en nuestro ámbito profesional ha sido una forma diferente de hacer las consultas, pues hemos incluido por vez primera la atención telemática.
¿La atención telemática ha sido entonces una novedad en el ámbito de la salud mental?
Efectivamente. Nosotros nunca habíamos hecho consultas vía telemática, porque pensábamos que en salud mental era muy importante la presencia del paciente en la consulta, para poder ver en directo a la persona y que ella te viera a ti o para entender todo el lenguaje no verbal. Sin embargo, con la pandemia nos hemos tenido que adaptar y hemos cambiado nuestra forma de atender a los pacientes. Creíamos que las consultas telemáticas no llegarían nunca, pero han llegado y han llegado bien. En realidad, han llegado para quedarse. Esta nueva situación se ha dado, además, en el conjunto del Estado. Es cierto que las primeras visitas deben ser siempre presenciales, pero también es verdad que hay ciertas visitas que sí pueden ser vía telemática. Además, con ello se consigue también evitar la saturación de las salas de espera.
¿Estaríamos ahora mismo en una segunda fase de la denominada fatiga pandémica?
La fatiga pandémica aún no ha pasado, es cierto, pero más que hablar ahora de una segunda fase yo diría que esa fatiga se ha transformado en una especie de montaña rusa de emociones, pues un día tenemos noticias muy positivas y luego, de repente, tenemos noticias muy negativas. Nuestras emociones varían así en poco tiempo de la máxima euforia a la máxima tristeza. O viceversa. Al haber ahora una variación emocional tipo montaña rusa, no sabemos muy bien a qué atenernos cuando empieza el día. Así, si hay muchos contagios, estamos hechos polvo, pero si hay menos contagios, nos ponemos muy contentos. Nuestras emociones están un poco sometidas a esa situación en estos momentos. Esa fatiga tipo montaña rusa, que también es muy agotadora, se añade al cansancio que acumulamos ya por todos los meses previos de pandemia.
"La fatiga pandémica se ha transformado en una montaña rusa de emociones, pues un día tenemos noticias muy positivas y luego, de repente, tenemos noticias muy negativas"
¿Habría algún colectivo ajeno a esa fatiga tipo montaña rusa?
La única excepción sería la de los sanitarios, que llevan ya muchos meses completamente agotados. La suya es una fatiga pandémica sin montaña rusa. Es un cansancio constante, al que hay que añadir ahora la sensación de decepción social que tienen esos mismos sanitarios al ver el comportamiento actual de determinadas personas.
¿Era esperable esa decepción?
Posiblemente sí era esperable, aunque no sea agradable decirlo. Es cierto que en los primeros meses de la pandemia hubo una concienciación social por parte de la mayoría de la gente y en ese sentido todo fue muy bien, pero después apareció en muchos casos lo que pensaba el filósofo Thomas Hobbes —ensayista inglés del siglo XVII— sobre la naturaleza humana y el egoísmo, en el sentido de que, para Hobbes, "el hombre es un lobo para el hombre". Aun así, reconozco que también ha habido personas que en esta situación de pandemia han optado por la solidaridad. Esas personas han tomado conciencia de lo que pasaba y han hecho un cambio real en su vida.
Han podido constatarse esas dos posiciones, sí...
Yo creo que como sociedad no siempre hemos tomado conciencia de lo que sucedía y por tanto lo hemos hecho mal, pero al mismo tiempo muchas personas, como individuos, lo han hecho muy bien. O dicho de otro modo, hemos fallado a nivel de conciencia social, pero en muchos casos hemos acertado a nivel de conciencia individual.
Hay quienes culpabilizan a los jóvenes de la actual quinta ola...
Los humanos siempre necesitamos culpables y los jóvenes históricamente siempre han sido una diana fácil, sobre todo respecto de su conducta. Recuerde que ya fueron una diana fácil en la segunda ola. En aquel momento fui muy crítico con la culpabilización de los jóvenes y lo vuelvo a ser en estos momentos. No son los jóvenes los que lo están haciendo mal, pues están haciendo lo que tienen que hacer. Lo estamos haciendo mal casi todos en general. Pero como siempre intentamos buscar culpables, hemos puesto ahora el acento en los jóvenes, como ya hicimos en la segunda ola. Me parece injusto para ellos, porque la gran mayoría de los jóvenes se han comportado muy bien.
¿Han percibido si ahora hay más personas que sólo se encuentran bien en casa?
Sí, lo hemos notado. Por una parte, en estos últimos meses hemos visto que las personas que tienen una personalidad más de tipo obsesivo, de mirar las cosas desde todos los puntos de vista, han incrementado sus miedos, sobre todo de un posible contagio. Esas personas obsesivas de carácter, que los psiquiatras denominamos anancásticas, han dejado casi de salir y de relacionarse por esa razón. Paralelamente, al mismo tiempo hemos visto también que hay personas que a raíz de la pandemia han descubierto el placer de la soledad y han sentido que están mejor en casa, también a nivel de teletrabajo. Paradójicamente, la pandemia ha facilitado ese descubrimiento.
"Ahora la cosa no está bien. Ahora hay mucho dolor. Y hemos de aceptar y vivir el dolor"
¿El hecho de evitar el contacto físico en espacios públicos forma parte de esos miedos?
Efectivamente, es así. En los espacios públicos, las personas más obsesivas o más anancásticas mantienen ahora conversaciones más breves, guardan una distancia social mayor de la recomendada y limitan sus relaciones sociales por el miedo a un posible contagio.
¿Recalcaría algo más de las personas obsesivas?
Sí. Añadiría que a las personas que tienen un carácter obsesivo yo suelo denominarlas "personas estrella", porque son las que más triunfan, las que más lejos llegan y las que de forma más segura alcanzan sus deseos, pues lo miran todo desde tantos puntos de vista y repasan las cosas tantas veces, que cuando dan un paso suelen darlo siempre con acierto. No suelen dar pasos en falso. Es posible que esas personas vayan más poco a poco, pero siempre llegan más lejos, como hacía la tortuga en la fábula de la liebre y la tortuga. Admiro mucho a esas personas. La personalidad obsesiva suele ser relativamente habitual y yo la veo como un valor. Quizás convenga aclarar que sólo estoy hablando ahora de personas con personalidades obsesivas, no de personas que puedan tener un trastorno obsesivo compulsivo.
¿Dónde está la línea entre tener un carácter obsesivo y padecer un trastorno obsesivo compulsivo?
Yo diría que en el momento en que esa obsesión afecta a tu vida y ya no puedes rendir cada día como te gustaría, necesitas tratamiento profesional. En el caso de las personas con un trastorno obsesivo compulsivo grave, el 80 por cien de su vida cotidiana se ve afectada, pues continuamente dan vueltas a las cosas, hacen todo tipo de comprobaciones, se bloquean y no pueden avanzar. Estoy pensando ahora mismo en el personaje que interpretaba Jack Nicholson en la película "Mejor imposible". Su personaje padecía un trastorno obsesivo compulsivo y tenía diversas conductas físicas asociadas, como por ejemplo encender y apagar cinco veces seguidas las luces de su casa o no pisar las líneas que separan las baldosas de la calle.
¿La limpieza sigue siendo una de nuestras obsesiones?
Lo fue más durante el confinamiento, pues ahora ha bajado un poco. Como ocurre en otras situaciones, si esa obsesión por la limpieza interfiere en nuestra vida cotidiana, se acaba transformando finalmente en un trastorno.
¿Es más complicado relacionarse ahora con otras personas y también buscar pareja?
No hay ninguna duda de que ahora es más difícil relacionarse con otras personas. Es así. Y en el caso concreto de las parejas, lo que hemos visto a lo largo del último año y medio ha sido un aumento de las 'apps' específicas y un gran incremento de las relaciones on-line y a través de las redes sociales, con las consiguientes decepciones que ello suele comportar, porque la mentira es una de las situaciones más habituales dentro de este tipo de relaciones. Al final, lo que suele quedar es la decepción que produce esta nueva forma de relación.
"Al inicio de la pandemia, durante unos pocos meses conseguimos cohesión social, con los aplausos y agradecimientos a los sanitarios"
¿Deberíamos recordar más a menudo aquellos meses en que salíamos al balcón y aplaudíamos a los sanitarios?
Sí, efectivamente. Como sociedad nos va bien mirar hacia atrás. Yo siempre lo he recomendado, incluso en cuestiones como la memoria histórica. Es muy importante que miremos ahora hacia atrás para ver lo que hicimos bien al inicio de la pandemia, pues es verdad que durante unos pocos meses conseguimos cohesión social, por ejemplo con aquellos aplausos y agradecimientos a los sanitarios. Durante dos o tres meses, hubo una cohesión social real y eso supuso un subidón para todos. Aun así, aquel momento tan hermoso también nos cegó, pues hizo que pensásemos "¡qué buenos somos todos!" o "¡cómo nos queremos todos!". Lamentablemente, como le comenté ya, como sociedad no fuimos luego capaces de mantener aquella cohesión social, esencialmente porque el hombre es un ser egoísta. Eso es lo que de verdad es el hombre.
¿La clase política ha estado a la altura a lo largo de todos estos meses?
Yo aquí distinguiría entre lo que se ha visto a nivel estatal y lo que se ha vivido a nivel autonómico. A nivel del Estado español, he visto una teatralización de esta situación, y eso como persona me ha hecho daño. Me ha parecido que muchas veces se quería decir lo que se tenía que decir pasase lo que pasase. En cambio, a nivel de Baleares, como técnico que se dedica a la salud mental y no es de ningún partido político, me he llevado una sorpresa muy grata. Durante estos meses he tenido mucho contacto con los responsables políticos de la Comunidad y su respuesta ha sido siempre muy favorable. He encontrado a personas muy preparadas y he hallado respuestas y apoyos muy potentes. Por ello, no puedo más que agradecer las posiciones que he encontrado a nivel parlamentario y político en Baleares.
¿Con qué expectativas debemos afrontar el futuro más inmediato?
La respuesta esperable de un psiquiatra sería que todo irá bien y que hemos de ser optimistas, pero creo que esa no es la respuesta. Creo que la respuesta es que hemos de mirar el mañana con mucho cuidado, pues tenemos un futuro muy frágil por delante, que se puede romper en cualquier momento. Hemos de mirar el porvenir sabiendo que estamos mal, reconociendo que no estamos bien ni como antes de la pandemia. Todos estamos en una situación de incerteza y de preocupación, y hemos de ver el futuro desde ese punto de vista, no desde el punto de vista de taparnos los ojos. El mañana que tenemos ante sí es incierto, frágil y tipo montaña rusa. Por todo ello, pienso que hemos de ver nuestro posible futuro inmediato no desde el optimismo, sino desde el malestar que estamos sufriendo ahora.
"En salud mental, al no requerirse pruebas complementarias, no ha habido un retraso de nuestras consultas"
¿Y la resiliencia?
Para serle sincero, estoy algo cansado de hablar de resiliencia —sonríe—. Cuando pronuncio ahora la palabra "resiliencia" me suena hasta mal y por eso no la suelo emplear ya casi nunca. Hemos repetido tantas veces que saldremos adelante y que somos resilientes, que hemos obviado que quizás no sea así. De momento no lo sabemos, estamos sufriendo y ya veremos si somos o no resilientes. Añadiría sólo que estamos tan acostumbrados a que todo el mundo nos trate como a niños, que al final nos hemos convertido en una sociedad infantil. La realidad es que no todo va bien. Ahora la cosa no está bien. Ahora hay mucho dolor. Y hemos de aceptar y vivir el dolor.
¿Cómo está siendo esta quinta ola por lo que respecta a la salud mental?
Emocionalmente, como sociedad, estamos tocados. La salud mental es siempre un termómetro del estado de la sociedad. Y en estos momentos quienes han levantado ya la mano y han dicho "estamos fastidiados" son los niños. De hecho, en estos últimos meses ha habido un importante incremento de la atención en salud mental infantojuvenil. Además, ha habido un aumento del 27 por cien de intentos de suicidio en niños y jóvenes desde que se inició la pandemia. Los primeros que están pidiendo ahora ayuda son los más jóvenes. Por eso le decía antes que no hay que criminalizarlos, porque lo están pasando muy mal. En cuanto al futuro, es posible que tras los jóvenes vengamos ya los mayores y que aumente la presión asistencial en salud mental. Creo que hemos de estar muy atentos a todo esto.
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