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Los sindicatos, a tortas

jueves 02 de mayo de 2013, 08:49h

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MARC GONZÁLEZ. El primero de mayo de 2013 nos deparó un episodio más de la descomposición del actual modelo sindical. Ni con el gobierno más mentiroso e inútil de la historia de España consiguen convocar siquiera a sus delegados. En Palma, un total de 2.500 personas en manifestaciones divididas. Por una parte, los sindicatos que gustan de llamarse "de clase", es decir, trasponiendo terminología cinematográfica, los de la ceja: UGT, CCOO y STEi; Por otra parte, los de la ultraceja bolivariana, también divididos entre sí a ver quien es más "anticapitalista", si la CNT o la CGT. Y, finalmente, representando un modelo distinto, pero abominado por los demás, USO. Si les sacas el tema, son infinitamente más beligerantes con las demás centrales sindicales que con la abyecta patronal.

Entre los sindicatos clásicos, -los del régimen- UGT y CCOO, la renovación y las nuevas ideas son inversamente proporcionales al dinero que han mangoneado sólo en Andalucía. Sus líderes son más vitalicios que Kim-Jong-Un, e igual de autocríticos.

Cuando me pongo a pensar en alguno de aquellos con los que coincido a menudo en mesas y debates, resulta que si hago memoria llevan en este negocio desde antes de la transición, es decir, desde el sindicalismo vertical. Tiene mérito. La evolución ideológica de algún líder significado es sólo explicable porque tener que trabajar de verdad debe resultar francamente duro. Se afiliarían al Ejército de Salvación si eso les asegurara continuar como liberados hasta que se jubilen a los 75 años (al paso que vamos).

Y no será porque en este momento no tengan tarea, porque creo que jamás ha sido más necesaria una defensa rigurosa y contundente de los derechos de los trabajadores. Pero quia, no se desesperen, ellos seguirán igual que ahora, es decir, haciendo un discurso del siglo XIX, para la galería, mientras su principal interés seguirá siendo blindar los privilegios personales de sus líderes y apurar los fondos para la formación que les sustentan desde hace veinte años, con el resultado de la clase trabajadora peor formada de Europa.

Naturalmente, si alguno lee esto me tildará de fascista y enemigo de los trabajadores, pues está en su manual del buen sindicalista. Por suerte, me va en el astronómico sueldo que debería pagarme mi editor.

Para que les quede claro a todos ellos, meto también en el mismo saco a nuestra patronal gerontofílica, cuyos defectos, milagrosamente, comparten. Y eso sí que debería hacerles pupa.

La revolución de la clase trabajadora, mañana de 12 a 1, después del berenar.

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