Creímos que nunca llegaría a estallar, que seríamos capaces de aguantar así toda la vida, que este viaje no tendría final, pero la lógica (a la que llaman 'mercados') se ha impuesto: Europa no puede continuar más siendo un continente que no produce y consume. Tenemos un problema con el euro, por supuesto, pero antes tenemos un problema productivo estructural que, expresado en términos simples, consiste en que tenemos un nivel de vida por encima de lo que nos podemos permitir.
La historia de la crisis europea se remonta a la post-guerra: entonces creamos un estado del bienestar (España en aquella época vivía en otro mundo) que se correspondía básicamente con su potencial: Europa era un continente avanzado, dinámico, activo. Los años pasaron y poco a poco empezamos a ver que más y más productos venían del Extremo Oriente; sin embargo, como eso equivale a precios más bajos y a todos nos va bien, nadie reparó. Hoy, cualquier hipermercado de la periferia de nuestras ciudades es una feria de productos chinos etiquetados en idioma local.
Hace unas semanas, el jefe de Economía de la BBC, Robert Peston, ilustró la crisis en términos clarísimos: fue a China, mostró una fábrica de productos de iluminación que ha copado el mercado europeo, y explicó los salarios que cobran sus trabajadores: de los tres a los dieciocho mil euros/año, dependiendo del nivel de responsabilidad. Después mostró la oficina y los almacenes en Europa, donde hay un director comercial, y un puñado mínimo de técnicos que reparan lo que se rompe: los salarios cuadruplican o quintuplican los de China, para iguales funciones, lo que viene a explicar que la empresa tenga el 99 por ciento de la plantilla en su país de origen.
BALANCE COMERCIAL CASI UNIDIRECCIONAL
Esto explica que la balanza comercial española esté tan desequilibrada que se cae por el lado de las compras. Lo mismo sucede con la gran mayoría de los países europeos, excepto los que han conquistado segmentos más cualificados de la producción y hoy venden maquinaria pesada, equipos sofisticados, alta tecnología. Ese gran desfase que es empobrecimiento lo hemos ido disfrazando pidiendo préstamos, deuda privada para el consumo privado, deuda pública para el gasto social del estado del bienestar.
Hoy, tras décadas en esta dinámica, nos encontramos con un panorama desolador: gastamos demasiado pero, sobre todo, hemos dejado de ingresar; producimos poco pero, sobre todo, hemos perdido nuestro tejido empresarial, y encima no tenemos una moneda sólida porque las políticas que respaldan al euro están divididas en diecisiete gobiernos, alguno de ellos tan caóticos como el griego, el italiano o el español, incapaces de controlar el gasto, y diecisiete culturas, formas de ver la vida. España, como ejemplo, no es capaz de actuar sobre su deuda porque las diecisiete autonomías van a su aire.
HORA DE RECONSTRUIR
Ahora, pues, una vez llegados al final del recorrido, toca reconstruir. No hay que empezar de cero pero poco menos. Y hay que hacer la transición sin manuales, con los ojos cerrados, porque de esto no hay precedentes. Aquí en España, encima, no tenemos ni mano de obra cualificada porque nuestro sistema educativo está en la ruina y no precisamente porque su bachillerato sea de dos años. Y sin capacidad comercial porque nuestras empresas han dejado de estar en primera línea; y sin capacidad financiera porque nuestro sistema bancario se basó en un parque de viviendas que no quiere comprar nadie; y, sobre todo, sin liderazgo porque hartos de vivir fantásticamente en Europa hace ya bastantes años que nos dirigen los peores.
Y AHORA ¿QUE?
Los vaticinios más pesimistas para el año que viene, que no necesariamente se tienen que cumplir, indican que el euro ya no tiene posibilidades de ser salvado (anuncio de Fitch); que la crisis puede durar hasta quince años (si por salir de ella entendemos que Europa vuelva a ponerse en situación plenamente competitiva) y que España tampoco tiene margen para salvarse de la insolvencia (las propias cajas de ahorros dicen que Rajoy erró en su cálculo y que en lugar de los 16 mil millones que dice que tiene que recortar para el 2012 deberá llegar a los 40 mil millones, porque Zapatero no fue capaz de reducir el déficil al seis por ciento y lo ha dejado en el ocho). Ojalá se equivoquen.
¿Y Baleares? Nuestra economía sólo depende de un turismo que se aguanta gracias a la crisis y que no podríamos cambiar porque no tenemos dinero ni público ni privado para mejorarlo. El resto ya casi no existe. Como región, estamos endeudados y el Govern va a seguir contrayendo más obligaciones hasta el 2014, cuando va a equilibrar sus cuentas y empezar a devolver los para entonces 7.500 millones de euros. Por supuesto, un horizonte imposible. Ahora bien: ¿hay alguien que se atreva a hacer otra cosa? En España, como estamos viendo, todo el mundo, excepto Cataluña, ha optado por templar gaitas y esperar a ver qué pasa. En Cataluña, en cambio, han aplicado cirugía mayor, sin que tampoco parezca claro que vayan a lograr salir del caos antes o mejor que los demás.
Con ese panorama, abstraigámos un instante, escuchemos a nuestros gobiernos y confiemos en que una aspirina y mucho efecto placebo harán maravillas. Felices fiestas.