Las elecciones autonómicas del pasado domingo han dado lugar al afianzamiento de dos sólidas mayorías. La aberzale en Euskadi y la del centro derecha en Galicia. Dos evoluciones bien distintas para dos territorios históricos; la clave local ha sido muy importante en las victorias y la influencia nacional se ha dejado sentir, especialmente, en la debacle de la izquierda socialista.
El nacionalismo vasco se ha visto refrendado, tanto desde el ala moderada como desde la radical. La gestión del comunicado del cese definitivo de la actividad armada en el País Vasco, ha generado una inercia nacionalista que ha culminado con una amplia mayoría nacionalista en la cámara vasca. Por otro lado, en Galicia, ha sido la figura del candidato Alberto Núñez Feijóo el que ha inclinado la balanza. La fuerza de Feijóo, en forma de renovación integradora ha cautivado a la mayoría de los gallegos, y ha colocado al partido popular en una cómoda mayoría absoluta. Es el primer y hasta ahora único líder occidental que ha vencido en unas elecciones desde el poder a partir del momento en el que la crisis social y financiera se ha instalado en nuestro entorno. Alberto es un ejemplo de integridad y de solvencia. Un ejemplo de ejercicio del poder desde la autoridad y la cercanía. Ha cerrado la difícil sucesión de Fraga con maestría, devolviendo la estabilidad a Galicia, generando confianza y potenciando el crecimiento económico de la comunidad gallega.
Feijoo y la sanidad
Antes de iniciar su actual periplo gallego, en 1996, Alberto Núñez Feijóo, fue nombrado el presidente ejecutivo del INSALUD; lideró la reforma y modernización del órgano proveedor nacional de asistencia sanitaria con la aprobación de un plan estratégico, que incluya más de cuarenta propuestas, entre ellas las que destacaban la elaboración del actual estatuto de los profesionales sanitarios y la reforma jurídica de los hospitales y centros de salud. Implantó las nuevas formas de gestión, mediante el RDL 15/97 y el reglamento que lo desarrolla, que permitió la puesta en marcha del Hospital de Manacor y abrió la posibilidad a las concesiones para la gestión de áreas sanitarias. No es el momento de analizar la evolución, las debilidades o fortalezas de ambas fórmulas, pero si su capacidad reformista e innovadora.
En representación de la Organización Médico Colegial, asistí a las negociaciones que dieron forma a los nuevos textos legales; escuchaba con atención, facilitaba la participación y sus decisiones estaban cargadas de racionalidad y compromiso. Las defendía con sólidos argumentos y era de fiar. Lo que se acordaba, se incluya en el texto legal, ajeno a presiones particulares.
Quiero referirme también a dos hechos que llevan su marca y que, después de quince años, siguen beneficiándose los profesionales del SNS. El primero, aprobar una resolución que permitió la autoprescripción farmacéutica para los médicos jubilados en recetas oficiales. La segunda, facilitar la actividad alternativa a las guardias médicas para los mayores de 55 años. Ambas resoluciones fueron subrogadas por las autonomías en los decretos de transferencias sanitarias.
Feijoo y la comunidad balear
Por último, no puedo olvidarme del papel jugado por Alberto en la definición de la sanidad balear. El 8 de octubre de 1998, en el Consolat de Mar, el presidente del Govern Balear, Jaume Matas, el Conseller de Sanidad y Consumo, Xisco Fiol y el Ministro de Sanidad, Romay de Beccaría firmaron el acuerdo que establecía la ordenación sanitaria tal como la conocemos hoy y en el que se aprobó la construcción del Hospital de Inca -único sector sin centro sanitario de referencia-, el nuevo hospital de Menorca, y el centro de especialidades de Ciudadela, que acercaba la medicina especializada al sector de ponent en Menorca.
Alberto es cercano, competente y solvente. El triunfo del 21 de octubre es todo menos casual.