La Navidad ha servido al Rey para que su imagen se refuerce tras haber rechazado públicamente la conducta de su yerno Iñaki Urdangarin en prácticamente cada una de sus alocuciones, aunque no lo haya citado específicamente en ninguna de ellas.
Los aplausos a Don Juan Carlos procedentes de la prensa se han sucedido estos días. Nadie, sin embargo, ha hecho mención a que el monarca trató de frenar la oleada de noticias que El Mundo empezó a publicar hace un par de meses sobre el marido de la Infanta Cristina.
Durante las primeras noticias que comenzaron a aparecer acerca de Urdangarin, la Casa Real intentó hacer un feo a Unidad Editorial, como la repentina ausencia de la Infanta Elena a los premios Telva en los que se la había visto en casi todas las últimas ediciones, y cuya asistencia estaba prevista por los organizadores.
La familia del Jefe del Estado adoptó entonces la actitud típica de cualquier afectado cuando la prensa empieza a llenarse de denuncias de corrupción. Esa actitud de indignación con el medio de comunicación, malestar que en apariencia se justifica por la desfachatez de publicar hechos que por supuesto son de toda falsedad.
Pero el bombo fue hinchándose e hinchándose, y las pruebas cada vez eran más reveladoras. Para entonces Carmen Iglesias, presidenta de Unidad Editorial –editora de El Mundo--, y antigua profesora particular de historia del Príncipe Felipe, ya había dejado el cargo.
Los acuerdos de Urdangarin con las administraciones eran públicos desde el momento de su firma. Por eso se le puede ver retratado junto a Jaume Matas en sucesivas ruedas de prensa. En su momento, la alarma, ni mucho menos, tuvo tanto estruendo.
Sin embargo, Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta empezaron a revelar detalles nuevos y más peliagudos, como que el yerno real evadía impuestos en Belice y se hacía servir de una fundación para discapacitados. Fue a partir de entonces cuando desde la Zarzuela pasaron de estar indignados con El Mundo a estarlo con Iñaki, aunque probablemente eran asuntos que ya conocieran.
Desde luego, tal demostración de poder estaría y estará haciendo retorcerse del gusto a Pedrojota. Las investigaciones de su periódico han sido capaces de influir notablemente en único discurso dirigido a toda la población del Jefe del Estado. Ha sido un nuevo aviso del periodista de que no hay que dejar de tenerlo en cuenta.
La Zarzuela se lanzó entonces a desglosar por primera vez las partidas presupuestarias que se asignan a su institución. De nuevo, oleada de aplausos mediáticos en la prensa por tal alarde de “transparencia”, tras 36 años de reinado de Don Juan Carlos.
Ahora bien, lo que no hubo fue una declaración de bienes del Rey, como a la que están obligados todos los diputados. Poquísimas personas, si alguna, pueden conocer exactamente la fortuna amasada por el monarca desde la muerte de Franco, cuando el patrimonio de su familia era más bien enjuto.
Aunque no se conozcan cantidades exactas ni aproximadas, de lo que sí hay constancia es de alguno de sus negocios privados, varios de ellos relacionados con las monarquías árabes y otros con su participación en el desarrollo de urbanizaciones en el sur de España.
Y es que no todo el mundo es igual ante la ley, al contrario de lo anunciado por el Rey en Nochebuena, empezando por el propio monarca, a quien la Constitución le exime de tener que estar bajo el poder de la Justicia. Tampoco la ley es igual para Emilio Botín, ni para su consejero delegado Alfredo Saénz, ni para los amigos de Don Juan Carlos Alberto Cortina y Alberto Alcocer, primos conocidos como los Albertos.
La actuación del Rey estas navidades ha sido digna de un Oscar. Ha sido capaz de cosechar aplausos de la prensa tras reaccionar hábilmente ante el primero de los escándalos que ha pasado de ser comentado entre las elites a serlo en los bares con partidas de dominó mediante.
Nunca antes sus aventuras extramatrimoniales habían alcanzado la sonoridad que han tenido el Duque de Palma y su Fundación Noos. El Rey ha sido audaz para transformarse en un indignado, en aliarse con quienes repudiaban la conducta de su yerno, a sabiendas de que se ganaría la aclamación de la felizmente anestesiada opinión pública española para asuntos relacionados con la primera institución que el país.
¿Quién ha amasado mayor fortuna en los últimos años, el Rey o Urdangarin? ¿Tiene el monarca cobijado su patrimonio en España, o hace como su yerno y lo deposita en algún paraíso fiscal? ¿Quién ha engañado más a los españoles, el que presentaba sus acuerdos con los gobiernos regionales ante la prensa, o el que nunca ha hecho público alguno de sus negocios? Tener respuesta a estas preguntas sí sería “transparencia” y denotaría que la Justicia es realmente igual para todos.