Vamos a hacer un ejercicio de palabras. Vamos a buscar adjetivos para calificar a un padre pederasta que abusa de sus hijos, los presta o los alquila para que otros pedófilos abusen de ellos, que además siente placer en colgar fotos de sus hazañas en la red para que otros depravados sientan placer. Ahí tenemos uno, depravado, que viene de malo, pero se queda corto si no lo cargamos con vicio y perversión. Pero siempre quedará la duda de si es padre de los niños vejados. Porque no puede ser padre y hacer lo que parece demostrado que ha hecho. Bueno, hasta se puede dudar de si puede ser hombre, en el sentido de persona. Vamos a buscar otro. Criminal, o canalla o, tal vez, asesino, porque ha asesinado el futuro libre de unos niños que ni tenían uso de razón cuando empezaron a ser agredidos. Vamos a buscar adjetivos, pero que a nadie se le ocurra decir que está loco. La locura es atenuante y este hijo de puta tiene que pagar todo lo que ha estado haciendo. Cerdos así se merecen estar, además de castrados químicamente, toda su puñetera vida en la cárcel. Y que jamás vean a un niño, ni siquiera en una imagen. Eliminarlo para siempre de la circulación a él y a los cómplices y traficantes de pornografía y abusos infantiles. Y dedicar todos los esfuerzos a intentar explicarles a los niños que eso no es un padre, ni un hombre, ni una persona. Que lo que le hicieron lo han soñado y que despierten en un mundo normal, sin monstruos, sin depravados.