opinión | fútbol

Que se ande con ojo Caparrós

Hay que reconocerle y agradecerle a Joaquín Caparrós que a su llegada al Mallorca no haya dicho aquello de “me gusta el proyecto de Serra Ferrer, me ilusiona. Por eso he firmado”, frase muy común en entrenadores recién fichados. Es lógico que solo mencionara lo del proyecto de refilón y en el contexto de meterse “en las tripas de la cantera”, porque firmar para dos tercios de temporada es, como máximo, aspirar a salvar los muebles.  Eso sí, dijo lo de partirse el pecho trabajando veinticinco horas al día: “Vamos a poner nuestra alma”. Es precavido Caparrós en cuanto al contrato porque intuye dónde se mete y probablemente sabe lo que le espera si entra el balón, pero un tipo como él, hiperactivo y visceral, no puede ver fútbol por televisión o como espectador desde la grada. Tiene mono de banquillo, área técnica y chándal de entrenamiento. Ese empuje le puede ir bien al Mallorca, pero le puede jugar una mala pasada personal, en su alma, porque va a tener por encima a un Serra Ferrer que no quiere ceder ni un palmo en asuntos de administración, ni un centímetro en lo tocante a jugadores, que también parece que quiere controlar lo deportivo día a día, encuentro a encuentro. Pero un entrenador que se precie también tiene su alma y su armario. No parece Caparrós un alma cándida, como no parece que sea uno de esos entrenadores que venden su alma deportiva al diablo, pero que se ande con cuidado porque tal y como están las cosas, con ese clima de puñales bajo las mesas de los despachos, con ese factótum de jefe, con esa plantilla, puede estar en pocas semanas como alma en pena. Que investigue lo que le pasó a Laudrup.  

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