La manifestación colectiva del 15-M tuvo su significado y relevancia en sus primeros días, con centenares y miles de personas manifestando su preocupación por la actual situación de crisis económica y por la inoperancia de la clase política. Fue algo espontáneo, increíble y que tuvo su eco en muchas plazas de España y en varios países del mundo. Pero seamos sinceros, lo que hay ahora en la Plaza de España de Palma es otra cosa. El grupo de "indignados" instalados allí se ha convertido en lo más parecido a una comuna hippie. Cualquiera que se dé un paseo por esta plaza podrá ver personas tumbadas en hamacas entre dos árboles, jugando sobre una cuerda, una zona de masajes, otra zona de catering, una zona de dibujo... Además, los indignados no se han contentado con ocupar una zona de la plaza, sino que llevan días ocupándola casi en su totalidad. Nadie critica esta situación por temor a ser acusado de antidemocrático, pero esa es la realidad. Y todo esto sin hablar del perjuicio que causan a nuestra imagen turística como ciudad. O del ataque a una figura referencial de nuestra comunidad: la estatua del Rey Jaime I El Conquistador, que ahora cabalga con una bandera de Islandia. Nadie dice nada y, lo peor, nadie hace nada para terminar con una situación que ya es esperpéntica.
