Arcaicos y digitales
domingo 21 de julio de 2019, 03:00h
Hasta hace poco cuando tenía que presentar una demanda o cualquier otro documento en el Juzgado, lo imprima y con mi Montblanc estampaba esa firma con trazos ya consolidados pero fruto de muchos años de practica y repetición. De repente todo cambio y ahora para firmar cualquier documento para presentar en el Juzgado tengo que guardarlo en formato PDF, tengo que conectar al aparato supletorio que está conectado al ordenador mi tarjeta colegial, tengo que ir a “herramientas”, después a “certificados”, seguidamente a “firmar digitalmente”, trasladar el puntero hasta la parte inferior del escrito para hacer un recuadro más o menos grande y pulsar la tecla “firmar”. Después el ordenador solicita mi clave y en pocos segundos aparece mi firma en el recuadro, acto seguido me pregunta si quiero guardar ese documento, le digo que sí y vuelve a preguntarme si quiero reemplazar el anterior (porque el anterior PDF no tenía firma), y le vuelvo a decir que si. Cuando por fin consigo tener el escrito firmado no puedo evitar en ocasiones mirar de reojo mi Montblanc que reposa en una caja sobre mi mesa sin demasiado trabajo que hacer.
Les cuento todo esto porque habitualmente escribo sobre los pros de las nuevas tecnologías (no es un tema que me obsesione sino un tema del que no podemos prescindir), sin embargo reconozco que a veces tengo la sensación de estar dando pasos hacía atrás. Tenemos drones que vigilan si hablamos por teléfono cuando estamos al volante, que son capaces de fotografiarnos para que nos envíen la sanción correspondiente y sin embargo, cuando aparco el coche en zona azul todavía tengo que trasladarle unos cuantos metros hasta una maquina que a veces funciona y otras no, tengo que meter una moneda, desandar lo andado haga frío o calor, tenga prisa o no la tenga, y al final tengo que colocar un papelito de forma estratégica y visible para que no me multen. Me parece arcaico este sistema de pago que seguramente solo gusta a los perros que se hacen pis en la máquina en cuestión y a sus dueños que les permiten impunemente hacerlo.
Si a lo arcaico del sistema le sumamos los euros que pagamos de más (porque la mayoría de las veces, acaban cobrando dos veces por el mismo servicio prestado en el mismo lugar y durante el mismo período de tiempo), ya pueden surcar nuestro cielo los drones que nos harán falta siglos para deshacernos del material que va quedando obsoleto.
En otras ocasiones no es que retrocedamos sino que no avanzamos: basta ver en la zona de llegadas de los aeropuertos a los guías con el cartel en mano de “Mr. Bean” por poner un ejemplo. Me llama la atención que siendo como somos, capaces de llegar a cualquier restaurante del mundo utilizando google y el robot que nos guía con el simple gesto de introducir el nombre del lugar y nuestra ubicación y en cambio resulta que no sabemos encontrar a nuestro chófer o guía en un aeropuerto en el trayecto que discurre entre la pista de aterrizaje y la salida.
Este desfase entre el asombroso avance tecnológico y digital por un lado y algunos rudimentarios y arcaicos sistemas que seguimos utilizando con absoluta naturalidad me divierte, no puedo negarlo.