Las entidades animalistas lanzaban este martes una llamada de socorro ante la multitud de negocios que se lucran con la reclusión de animales en acuarios, jaulas o espacios reducidos, con el único fin de ser expuestos o que participen en espectáculos. Palma Aquarium, Safari Sa Coma, Natura Parc, Es Puig de Galatzó... son nombres de algunos de los negocios que se encuentran en el punto de mira de los animalistas, quienes aseguran que “los pocos minutos de entretenimiento que pueda tener una familia en un día no justifican una vida entera de sufrimiento como la que tienen estos animales”.
Los espectáculos con animales en cautividad no son algo nuevo. La sensibilidad social, sin embargo, sí está provocando un sentimiento creciente de rechazo hacia estas prácticas. Cada vez más, los sentimientos animalistas prosperan más allá de las asociaciones al uso para convertirse en postulados transversales que son asumidos por todos los partidos y entidades sociales, como ocurrió hace ya décadas con el ecologismo y el respeto al medio ambiente.
Baleares fue, tras Cataluña, la segunda comunidad en prohibir los circos con animales. Le siguieron Galicia, Murcia, La Rioja, Valencia y, desde hace unas semanas, Aragón. Han sido decisiones adoptadas en un periodo corto de tiempo y todo hace pensar que se irán extendiendo por todo el país en breve plazo, tal y como ocurre en buena parte del continente europeo. Sobre los parques y acuarios convertidos en cárceles para animales puede ocurrir algo similar.
El sentimiento de rechazo ha crecido tanto que en algunas de estas instalaciones, como es el caso del Palma Aquarium, se han producido concentraciones de protesta que, en algunos casos, han llegado a disuadir a los visitantes de que entrasen a recorrer la instalación. Es esta una prueba del creciente rechazo social hacia este tipo de espectáculos.
Por ello es de imaginar que, más pronto que tarde, se verán regulaciones sobre estos entornos de reclusión animal destinados al entretenimiento, que a menudo se creen amparados tras la excusa de la divulgación o incluso la docencia. Son excusas que no pueden ocultar una realidad de explotación, cuando no directamente de maltrato.