“Tened presente que manejáis una máquina de matar personas”. Esta seria advertencia nos la hacía el profesor de prácticas de coche cuando estábamos sacando el B2. Y no es para menos. Con dieciocho años uno aspira a tener el carnet para muchas cosas pero, sobre todo, para ir a toda pastilla y salir de marcha sin depender de los papis o del mayor de la pandilla.
Las advertencias y las campañas publicitarias no evitan que se produzcan anualmente más muertes por impacto de vehículo que por uso de armas. Y lo peor: la cantidad de accidentes que se podrían evitar porque son fruto de la actuación negligente del conductor con consecuencias nefastas.
Muchas veces se utilizan eufemismos tipo “dar muerte”, “atropello mortal”, “ impacto con resultado de muerte”... para no utilizar la palabra que se corresponde con toda su crudeza: MATAR, esto es quitar la vida, destrozar familias. No se atropella mortalmente, se mata.
Otra vez más, en esta ocasión en la autopista de Llucmajor, un homicida se ha dado a la fuga después de matar a otra persona. La sola huída ya es indicio que además del atropello en si algo debía de esconder el pistolero de turno. Quien sabe si una tasa elevada de alcohol, un positivo por drogas, un coche sin seguro o una ITV sin pasar. Lo que sí sabemos seguro es que una familia en estos momentos se está despidiendo para siempre de un ser querido.
¿Alguien piensa que es más importante beber dos cubatas que privar a unos hijos de tener un padre o madre? ¿O vivir un subidón de adrenalina a que una persona tenga que enterrar a un descendiente? ¿O ahorrarse un dinero en reparación del vehículo a impedir que una persona pueda conseguir su sueño?
Puede que el individuo o individua de turno crea que no se le atrapará, sin embargo, las pesquisas de la Guardia Civil y de la Policía suelen dar buenos frutos. Es el consuelo que nos queda.