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Del control al relajo

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Las actuales combinaciones terapéuticas utilizadas en el tratamiento de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) son muy efectivas. Tanto, que la han convertido en una enfermedad crónica. De hecho, la esperanza de vida de los afectados, ayer mortal, es hoy, idéntica a la de las personas no infectadas. La tendencia hacia la disminución del número de nuevos casos es muy pronunciada.

Sin embargo, el relato de optimismo empieza a tener claroscuros. Significadas razones están ralentizando la progresiva disminución de nuevos infectados. La potencia del tándem prevención - tratamiento experimenta algunas fisuras. A pesar que los métodos diagnósticos, a diferencia de antaño, detectan el virus en la sangre en los primeros días, el diagnóstico de la infección sigue retrasándose, continúa siendo tardío.

Precisamente, es la tardanza en el diagnóstico la principal causa por la que se mantiene la epidemia. La no conciencia de infección facilita e incrementa el contagio. Más de la mitad de los nuevos casos se atribuye al desconocimiento de la infección de los ciudadanos infectados. Cuanto más se tarda en el diagnóstico, la cantidad de virus en los líquidos biológicos se incrementa de forma geométrica y la infectividad de las relaciones sexuales se dispara.

Incluso la propia eficacia de los tratamientos hace que se relajen las medidas de prevención. La percepción de seguridad inhibe y reduce las medidas de profilaxis.

Con todo ello, no es de extrañar que la tasa de contagios en nuestro país es superior a la media de la unión europea. En nuestra comunidad es más alta que la media nacional.

Cuando analizamos los datos registrados, observamos, que ocho de cada 10 nuevos infectados son hombres, entre los 30 y los 40 años. La mitad de ellos adquieren la infección en relaciones homosexuales.

Es obvio que tenemos un amplio margen de mejora, que pasa, inexorablemente por la información y la educación sanitaria. Es probable que estemos cerca de llegar a la curación. A lo mejor, no estamos lejos de desarrollar de una vacuna que prevenga la infección. Pero mientras tanto, debemos extremar las precauciones en las situaciones de potencial exposición, utilizar métodos de barrera en las relaciones sexuales e identificar y tratar precozmente la infección. Estas prácticas nos llevaran más pronto que tarde, al control de la epidemia.

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